A más de 74 años de ocurrido el magnicidio, donde muere el caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán a manos de Juan Roa Sierra, la justicia colombiana le sigue debiendo la verdad a los deudos de la víctima y a toda una nación. El caso judicial estuvo abierto por casi 30 años a manos de la Sala Penal del Tribunal Superior de Bogotá y cerrado en 1978, para concluir que el sicario había actuado solo y aunque da indicios de un posible autor intelectual, nadie sería encausado por ello.
Desde el 9 de abril, el presidente conservador Ospina Pérez desató su plan de encubrir a los verdaderos culpables, ocultos en una maraña de mentiras, leyendas e inventos falsos, como que el asesinato detonaba una “insurrección comunista” para tomar el poder, que la embajada soviética estaba involucrada, que el control estadounidense del Canal de Panamá estaba amenazado, que era un acto de sabotaje a la Conferencia Panamericana y no tuvo asomo de vergüenza en hacer el ridículo llamando al Scotland Yard de Inglaterra, dizque que para hacer una investigación sin aportar nada de valor ni saber la verdad.
Al hacer una lectura de la providencia final del Tribunal Superior de 1978, aparecen indicios concretos sin aclarar contra el conservador Álvaro Gómez Hurtado, formulados por un copartidario suyo y la pregunta de rigor es, por qué no fue vinculado legalmente al proceso y por qué las vagas respuestas del político fueron aceptadas sin tener que ser demostradas.
Otros ángulos.
En 2019, el escritor Juan Esteban Constaín publica un grueso volumen sobre Álvaro Gómez que, aunque parcial, puede ayudar a ver otros ángulos del personaje. No hay mucho que sorprenda en su descripción de la crianza y juventud de un muchacho de élite, en el entorno familiar de Laureano Gómez. Un católico fanático, fascista vergonzante, violento y verdadero campeón del anticomunismo, para quien el Partido Liberal de Colombia era raíz y semilla del marxismo. Objeto de su encono y digno de desaparecer. Su remoquete de “monstruo” parece bien ganado.
Constaín describe lo que a mi juicio es la curiosidad o tal vez fascinación de los Gómez por el Nacional Socialismo de Hitler en Alemania, cuando Laureano en 1932 ostenta el cargo de embajador de Colombia y asiste con Álvaro a una concentración nazi para oír al Führer en el Palacio de los Deportes. El segundo episodio, es un dudoso evento donde unos muchachos de la Juventud Hitleriana tal vez en Berlín supuestamente persiguen a unos simpatizantes de otro partido de derecha, que pegan afiches entre los que está el joven Álvaro.
Un estudio de los movimientos políticos juveniles de Alemania, (Mollema, 2017) pone en duda el episodio, cuando afirma que la confrontación declarada de grupos incluso violenta entre 1929 y 1933 era “entre la Juventud Nazi y la Juventud Comunista” y no entre grupos afines.
Constaín se esmera en reivindicar al joven Álvaro, porque supuestamente sus simpatías eran por el militar Hindenburg y no por Hitler. Meses luego, el primero nombra a Hitler canciller abriéndole las puertas al poder e inaugurando así el período más oscuro de Alemania desde la primera gran guerra. No estaban políticamente tan lejos.
Los incontables párrafos y páginas de Constaín dedicados a dibujar la personalidad muy decorada de Álvaro Gómez llueven sin temor a aburrir, en mostrar un aristócrata criollo incómodo con su estilo de vida, un político incomprendido que nunca recibió el favor mayoritario del electorado en hacerlo presidente. Una voz elocuente en repetir que “hay que tumbar el sistema”, como si él no hiciera parte de este.
No olvido las imágenes de un documental francés filmado en los años sesenta, donde aparece Álvaro Gómez en un club social bogotano y un grupo de gente local a su alrededor hablan en inglés, porque tal vez hablar español los hacía sentir vergüenza. Gómez en la grabación se le nota cómodo siendo el eje del protagonismo.
Cuenta el libro de Constaín que el 25 de abril de 1936 el periódico El Tiempo, da cuenta de la puesta en libertad del calabozo a Álvaro Gómez en Bogotá, luego de una gresca contra jóvenes liberales que apedreaban unas sedes conservadoras. ¿No debió Gómez esperar la acción de las autoridades y de policía? El embelesamiento de los Gómez por el nazismo como corriente política de acción y arrojo, seguramente los justificaron a ejecutar varios actos que demandaban decisiones inmediatas, dejar libres los impulsos, darlo todo por la causa.
El 9 de abril.
Para esta fecha, un joven Álvaro de 28 años fungía como embajador de Colombia en Suiza y su jefe en Bogotá era el ministro de Relaciones Exteriores, papá Laureano. La noticia del asesinato de Gaitán la recibe en Europa y cuando la Sala Penal del Tribunal Superior de Bogotá lo llama a declarar tiempo después sobre una acusación del penalista y parlamentario del Chocó Daniel Valois Arce de haber auspiciado el asesinato del caudillo liberal, Gómez se defiende diciendo que no se encontraba allí.
Valois Arce detalla su grave acusación contra Gómez cuando en un diálogo este le dice: “No seas pendejo, el próximo presidente será papá, aunque haya que liquidar a todo el partido liberal. Y en cuanto a Gaitán allá verás que ese sale de en medio”. (Sánchez Torres, 2001, p. 86).
Manuel José Gaitán, también parlamentario y hermano mayor del líder sacrificado había puesto el dedo acusador a Gómez, diciendo tener pruebas a lo que este contesta: “…Yo espero esos documentos con verdadera curiosidad para saber cómo es posible que una persona que estaba fuera del país un año y medio antes puede ser autor de este crimen…” (Constaín, 2019, p. 234)
Álvaro Gómez no contó en detalle, que bajo la excusa de participar de una conferencia de las Naciones Unidas había viajado en marzo de 1948 a La Habana y luego a Colombia, para discretamente hacer escala en Cuba de vuelta a Suiza. Constaín en su libro generosamente dice que Gómez vuelve “agotado” semanas antes del magnicidio a Suiza. Por qué “agotado” si Álvaro Gómez no era el encargado de representar a Colombia, su presencia allí era protocolaria, totalmente prescindible y la prueba es que pudo ausentarse sin ser notado. ¿Cuál fue el itinerario de Álvaro Gómez en Colombia? ¿Se entrevistó con su conocido Juan Roa Sierra estando en Bogotá? .
En Cuba.
La conferencia en Cuba oficialmente terminaría el 24 de marzo, dos y media semanas antes del crimen. La persona titular de la delegación colombiana y firmante del acta final fue Fulgencio Lequerica Vélez (Nations, 1948) según consta en los archivos oficiales de las Naciones Unidas y el tema de la conferencia fue tarifas y aranceles en comercio exterior, que no eran la especialidad de Gómez. En conclusión, era cierto que Álvaro Gómez por algún tiempo no estaba residenciado en Colombia, pero semanas antes de que el desadaptado Juan Roa Sierra ejecutara el asesinato, sospechosamente sí estaba en el país.
Una declaración rendida por Elías Quezada Anchicoque empleado en la Droguería Granada, tal vez una de las últimas personas en cruzar palabra con el sicario Roa antes de su linchamiento, narra que a la pregunta por qué había matado a Gaitán este le dijo: “Hay señor, cosas poderosas que no le puedo decir” … (Alape, 2016). Entonces le dije: “Dígame quién lo mandó a matar, porque usted en estos momentos va a ser linchado por el pueblo.” Y me contestó: “no puedo”. Claramente Roa se siente aterrorizado como un condenado a muerte y no reclama como cualquier orate, que lo hecho obedecía al capricho propio, pero se puede pensar que encubre a alguien a quien teme tanto como la muchedumbre que ya lo rodea.
Un elemento de la denuncia de Valois Arce contra Álvaro Gómez no menos importante es que él afirmó haber conocido y visto a Roa Sierra en la sede del periódico El Siglo de los Gómez. Al arder el periódico por la furia del pueblo en el bogotazo, resulta imposible comprobar esos nexos del diario con quien había sido portero de la embajada nazi, desempleado por largo tiempo, quien divagaba entre las ideas del rosacrucismo y la reencarnación y podía convertirse con poco gasto en un idiota útil.
Si Roa Sierra estaba solo, o hacía parte de una banda criminal más grande con un mismo objetivo, es otra discusión. Durante la investigación del Tribunal Superior, surgieron declaraciones de testigos que mencionaron un acompañante de Roa que lo deja solo momentos antes del crimen o la presencia aparentemente casual del coronel de la policía V. Barco conocido por su antigaitanismo o el jefe de la Prefectura de Seguridad (el DAS de esa época), muy cerca de la oficina de Gaitán en la tarde del 9 de abril.
Tres mil conservadores.
La muerte del obstáculo mayor para el laureanismo, no disminuyó el ímpetu de Álvaro en atizar su lucha por el poder. En el segundo semestre de 1948, un memorando enviado por la embajada de los Estados Unidos en Bogotá a sus superiores en el Departamento de Estado daba cuenta que Álvaro Gómez en asocio con un temido jefe paramilitar de apellido Agudelo alista un ejército de 3 mil conservadores incondicionales para asegurar el triunfo de Laureano en las presidenciales que efectivamente se llevan a cabo en 1949 con un solo candidato. Este documento fue mantenido como secreto al incriminar a Gómez y luego desclasificado por la agencia National Archives de los Estados Unidos. Causa estupor darse cuenta de que el gobierno de los Estados Unidos, en vez de denunciar sus hallazgos a las instancias judiciales, mejor encubre estas conductas delincuenciales y mira para otro lado.
Aunque el tribunal desestima la acusación y decide no abrir un proceso contra Gómez, no puede cuestionar la seriedad y solidez del acusador como era Daniel Valois Arce (1908-1989), un destacado penalista conservador del Chocó, orador distinguido muy cercano a las ideas fascistas de Alzate Avendaño y muy respetable por su carrera entre quienes lo conocen.
El nombre de Álvaro Gómez también figura vinculado a denuncias como directo participante o instigador de incendios premeditados en las sedes de El Tiempo, El Espectador y las casas de varios jefes liberales en 1952.
Gómez decide desde su escaño, sabotear las sesiones del congreso usando pitos que distribuye entre seguidores y en los años sesenta, anima al pusilánime Guillermo León Valencia en un gran error de cálculo para borrar del mapa las autodefensas campesinas y de colonos, apoyadas por los comunistas que fundarían luego las Farc.
En cada campaña electoral donde fue candidato, trató de vender su figura mesiánica de siempre. En una de esas giras lo escucho por accidente en Pereira a escasos metros de distancia, pero a diferencia de Constaín a mí no me embrujó y dejé el lugar en cuestión de minutos. Me pareció repetido.
Álvaro Gómez fue víctima de secuestro por parte de la guerrilla del M19, luego miembro electo de la Asamblea Constituyente y por último moriría a manos de las Farc. Por razones que solo él supo, parecía resignado a que su vida terminaría de forma violenta. Viendo todos los antecedentes, tengo la convicción que se fue sin responder muchos interrogantes sobre el caso Gaitán.
Con lo repugnante que pueda parecer el manto de impunidad y encubrimiento del caso Gaitán, la justicia colombiana fracasa otra vez, al no llamar a juicio y condenar ejemplarmente en nuestros días a otro político poderoso y letal que se inventa una teoría macabra de seguridad nacional, según la cual, cualquier colombiano humilde y desempleado llevado bajo engaño debía ser ejecutado en el acto por el ejército y vestido de camuflado para que pareciera un guerrillero. El conteo del genocidio ya supera los 6400 muertos.
College Park, Maryland.
Bibliografía
Alape, A. (2016). El Bogotazo. Memorias del olvido. Bogotá: Ocean Sur.
Constaín, J. E. (2019). Alvaro.Su vida y su siglo. Bogotá, Colombia: Penguin Random House.
Mollema, R. E. (4 de Abril de 2017). German Youth 1900-1933 From Emancipation to Radicalization. Victoria: The University of Victoria.
Nations, U. (Marzo de 1948). https://www.wto.org/english/docs_e/legal_e/havana_e.pdf. Obtenido de Havana Conference on Tariffs, Trade and Employment.
Sánchez Torres, C. A. (Junio de 2001). Notas a la decisión judicial sobre la muerte de Gaitán. Revista Estudios Socio-JURIDICOS, 86.
Publicado simultáneamente en el suplemento Las Artes de El Diario de Pereira, Colombia el 27 de noviembre de 2022. Una versión ampliada, se publicó en el Semanario VOZ de Bogotá el 23 de agosto de 2023, con documentos desclasificados de National Archives de los Estados Unidos.
Adicionalmente el artículo fue incorporado en 2023 a la plataforma digital “Scribd”, uno de los mayores depósitos privados en formato digital de San Francisco, California.