Guido es uno de los nietos del escritor argentino Ernesto Sábato (1911-2011), que semanalmente conduce al menos la mitad, de unas visitas guiadas en la casa que fuera de su abuelo hasta la muerte. Son charlas informales y son atendidas mayormente por argentinos que lo leyeron, lo vieron o coincidieron con él y le guardan un cariño sincero.
Antes de comenzar y mientras los asistentes se encuentran sentados, irrumpe presuroso “Django” un perrito criollo negro, mezcla entre labrador con cuerpo alargado como de Chihuahua, quien apoyándose en sus patas traseras olfatea y pide una caricia o un saludo a cada visitante. Guido lo regaña y le pide compostura y nos cuenta que fue rescatado de la calle y que habían pensado que sería un perro guardián, pero Django apenas se calma por segundos antes de ignorarlo y seguir con su rutina.
El municipio de Santos Lugares en la Provincia de Buenos Aires es un barrio de clase media pobre y trabajadora de calles estrechas y limpias, donde nadie debe esperar ostentación o lujo. Al llegar a la casa de Sábato, uno encuentra una reja cuidando una especie de antejardín donde se acumulan las hojas y tallos muertos de quien sabe cuántos otoños, coronados por unas araucarias chilenas altísimas y numerosas plantas que regalan sombra y fresco a la casa y alrededores para aliviar el calor del verano argentino.
Las paredes exteriores de la casa piden a gritos un baño de agua y cepillo para quitar la costra de polvo que amenaza el color de la pintura. Pero con los estragos del cambio climático y la sequía que echa perder siembras y ganado en el norte del país, tal vez el agua no se debe desperdiciar en fines estéticos.
El alma de la casa.
Los estantes con libros de Sábato son el alma de la casa, aunque desafortunadamente creo que nadie sabe cuántos y cuáles son porque no han sido catalogados y reposan donde el escritor los dejó. Miro algunos y noto que muchos libros carecen de lomo y no dejan ver ni título ni autor. Veo claramente lo que debe ser una enciclopedia por el diseño uniforme del lomo exterior. Hay fotos familiares y objetos personales donde resaltan los anteojos de Sábato, lámparas, adornos y unas máquinas de escribir que ya nadie fabrica como una Remington y otra Olivetti.
Otro espacio importante de la casa es su estudio de pintura donde Sábato experimenta con sombras y oscuridades como también imágenes infernales y caras del inframundo. Parecieran representaciones ilustradas de Edgar Allan Poe.
Estrictamente hablando creo que Sábato debía ser clasificado como ensayista, que es donde su producción es más abundante, pero alcanza el peldaño de novelista con su magna obra “El Túnel” y gana sitio como partícipe temprano del boom latinoamericano. Su trasegar cultural lo cruza con Jorge Luís Borges con quien mantuvo una relación tirante y un silencio de casi tres décadas y de quien recibió diatribas y sarcasmos inmerecidos. Irónicamente Borges y Sábato coinciden en mayo de 1976 al aceptar una invitación a desayunar de ese hombre “culto y cruel” como fue el general Videla a quien la historia señala luego como responsable de infames desapariciones, torturas y ejecuciones. Un despropósito y desgaste inútil de parte de Sábato, si consideramos que décadas antes y aunque ya retirado, había sido un ferviente militante comunista.
Borges caería todavía más bajo, al volar a Santiago de Chile en septiembre del mismo año para recibir una distinción de una universidad chilena controlada férreamente por la dictadura y encontrarse al día siguiente con un Pinochet amable, cordial, educado y sanguinario.
Otro caso.
Borges y Sábato no son el único caso de rendirse a la miel del poder y dejarse manosear. En Colombia un literato cual mono trompeta, da volteretas desde elogiar incondicionalmente a un disparatado Hugo Chávez y una vez cobrado un premio literario que nunca ganó, va como péndulo al lado contrario para apoyar al candidato de la extrema derecha en Colombia, el folclórico Hernández, con la ilusión de un nombramiento ministerial. Nada nuevo. Dicen que este escritor cobra por el saludo.
Retomando, la casa de Sábato corona con un patio tapizado de vegetación y adornado con una estatua en piedra de la diosa griega de la agricultura Ceres, que expuesta al sol y al agua, desaparecerá irremediablemente con el tiempo vencida por los elementos.
La visita a su última vivienda bien vale la pena, para conocer mejor a Ernesto Sábato persona, escritor, pintor, intelectual, padre o abuelo, quien alcanzara la reivindicación final, cuando entregó al presidente Alfonsín en septiembre de 1984 el informe investigador de la comisión que presidiera sobre las desapariciones en Argentina bajo las dictaduras y gobiernos militares. Este acto marcó una política de no repetición conocida como el “Nunca más” y un compromiso estatal con los derechos humanos. Sábato demostró en sus casi 100 años de vida ser un buen argentino y un excelente ser humano, a quien nunca se le subió la fama a la cabeza.
Santos Lugares. Provincia de Buenos Aires, 2023.
Publicado simultáneamente en el suplemento Las Artes de “El Diario.” Pereira, Colombia el 12 de febrero de 2023.