Entre los numerosos sitios históricos, artísticos y culturales de Viena sobresale el Museo de Literatura ubicado en un sitio céntrico a pocas cuadras de la catedral de San Esteban, la más grande e importante de la ciudad. El museo hace parte de un programa de promoción de lectura de la Biblioteca Nacional de Austria, en el que da a conocer autores y obras destacadas del país, fundamentalmente de los siglos XIX y XX.
Al uno ingresar, sobresale la referencia del escritor y orgullo de Praga Franz Kafka catalogado controversialmente como austriaco, dado que el territorio checo de entonces estaba bajo el dominio del imperio austro-húngaro y por otro lado, parece justificarse también en que él escribió toda su obra en su primer idioma que era el alemán.
En la vitrina dedicada a Kafka, se exhibe una pequeña pistola que supuestamente le perteneció y que probablemente nunca disparó contra nada ni contra nadie. Otro país moderno aparte de Austria que reclama la pertenencia de Kafka es Israel por su origen judío, aunque su obra se puede considerar laica o secular. Una larga disputa legal en estrados internacionales puso en manos de Israel un archivo de papeles de Kafka, que estaba al cuidado de personas que ni siquiera eran de su familia. Una de las condiciones del arreglo, era clasificar y digitalizar tales documentos y hacerlos públicos.
En algún escrito Kafka llegó a preguntarse “¿Qué tengo yo en común con los judíos?”, lo que ironiza claramente el reclamo de pertenencia con Israel. La universalidad de su obra y humanismo, lo que lo iguala con tantas personas y con las angustias comunes del siglo, hacen que Kafka a estas alturas quede libre de clasificaciones y pertenezca a todos.
Tratándose de un museo en el sentido amplio, creí encontrar a los genios del romanticismo alemán Goethe y Schiller, pero claramente esta exhibición se limita a las fronteras austriacas pasadas o presentes.
El escritor destacado de la exhibición actual (algo así como el invitado especial) es el vienés y también judío Stefan Zweig, este sí nacido en el actual territorio austriaco, quien ante la inminencia de la cacería nazi con la anexión de Austria, escapa a Londres y debe buscar otro refugio, cuando se entera que la Gestapo tiene su ubicación exacta en Inglaterra yendo a morir con su compañera por mano propia a Brasil en 1942. Zweig es un prolífico escritor de crónicas, periodismo, biografías, drama y ficción muy leído en su tiempo.
El museo de Viena es un catálogo básico de los autores austriacos que al menos 130 millones de germano-parlantes en todo el mundo podrían conocer, pero en mi opinión, la difusión de este esfuerzo, sería más efectiva si añadieran más descripciones en un segundo idioma europeo para deleite de muchos.
Nota publicada originalmente en el suplemento “Las Artes” de El Diario en Pereira, Colombia. Septiembre 19 de 2021.
Cualquiera que vaya esta semana por las bien surtidas librerías sobre la Plaza Wenceslao de Praga, notará de inmediato que entre los estantes de los más vendidos, se encuentra ese escritor que incita a resolver los enigmas, el misterio y lo inexplicable en la vida cotidiana como es el praguense Franz Kafka (1883-1924) y no solo en checo el idioma nacional, pero también en inglés, francés, alemán, italiano, español y ruso. Existe más de una editorial que se ocupa de publicarlo en diferentes formatos, que van desde sus títulos individuales, hasta un tomo con sus obras completas conocidas.
El escritor nacional que tal vez lo sigue en interés e importancia, es Milan Kundera, quien continúa escribiendo y publicando desde París. Pero si uno recorre el casco viejo de la ciudad, por el número de monumentos y huellas que dejó Kafka, es el que domina la escena lejos de habérselo propuesto. Hay unas esculturas dedicadas a él, como también una placa en la casa donde nació, al menos otras dos casas donde vivió, el sitio donde cursó el bachillerato, un museo muy bien documentado y por último su tumba en uno de los cementerios judíos en el centro de Praga.
Hasta un persona
que descubrió las ruinas de una casa antigua debajo de su piso, se inventó una
exhibición con muy poco que ver con el escritor, pero que le genera ingresos
solo citando su nombre y donde irremediablemente caemos muchos ingenuos,
gracias a estar ubicado al cruzar la calle de la casa donde nació el prolífico
escritor.
En vida, Kafka
publica unas cuantas obras, pero sus cartas personales a amigos, novias y
familia resultan una fuente de inmenso valor para entender a Kafka y escudriñar
en su proceso creativo. Si a alguien podemos responsabilizar de la corriente
del existencialismo como corriente literaria y cultural del siglo XX es a
Kafka, incluso antes que al propio Sartre. La muestra fehaciente de tal
afirmación es “Carta al padre” que su autor jamás consideró una obra de valor
literario, sino un documento absolutamente personal y privado que al parecer
nunca llegó a manos del destinatario, porque la madre luego de leerla se niega
entregarla como se le pidió. A juzgar por la dureza de sus términos, habría
sido un golpe demoledor.
La carta escrita
a mano y por el tamaño de la letra necesitó al parecer más de 100 cuartillas de
papel y fue concebida cuando Kafka vivía solo en una pensión de Bohemia en 1919
ya adulto, apenas años antes de su muerte prematura a causa de la tuberculosis
cuando no se conocía la cura y tratamiento.
La carta escrita
en alemán su idioma natal, explica de forma pormenorizada el daño irreparable
que puede causar durante la crianza un padre autoritario, machista y dominante
sobre los hijos, que termina por negarles su autoestima, independencia y
libertad individual que cualquier hijo requiere y debe desarrollar. Kafka cita
escenas, diálogos y detalles de las múltiples veces que Hermann Kafka ejerce
esa crianza malévola sobre él y también relata en detalle los resultados
diversos y negativos en sus hermanas. Incluso recrimina que el padre arrogante que
todo lo controla, tuviese una opinión negativa sobre un amigo de Franz, que se
dedicaba al teatro. Se dice que también tuvo como compañeros de escuela a
socialistas y anarquistas muy apreciados por él y que por medio de su amistad
validaron muchas de sus opiniones contra el poder y los estados déspotas de su
tiempo.
El lenguaje es
directo y sencillo y con frecuencia admite sus propios errores en esa relación
disfuncional padre-hijo, armado de una gran sinceridad y abriendo su corazón
sin ningún tapujo y de paso, explicando sus propias interpretaciones de la
religión judía y vegetarianismo que abrazó en los últimos años por su propia
decisión.
Las inseguridades
de Kafka van desde su timidez y aspecto demacrado a causa de la tuberculosis y
rasgos físicos que obviamente no son anglosajones, hasta el cambio de carreras
que siendo joven quiso estudiar en la universidad, pero que lo llevan al final
a hacerse abogado para complacer al padre, o las veces que canceló unas
promesas de matrimonio con mujeres que amó, pero que en opinión paterna no
traían avance económico o estatus social a la familia. Seguro muchas mujeres y
hombres de nuestro tiempo, lamentan verse retratados allí.
Franz Kafka
encuentra en la literatura su punto de escape y declaración de libertad para su
existencia oprimida, al punto de afirmar “Yo
no soy más que literatura y puedo, pero no quiero ser ninguna otra cosa”. Era
también una queja directa a no poderse dedicar a escribir de tiempo completo,
en vez de tener que hacer horas de oficina para sostenerse. Es como puede
ajustar cuentas con décadas de autoritarismo y desamor, donde puede navegar
libre creando insectos repugnantes de seres humanos que se degradan y plasmarse
en otras ficciones que logra publicar en vida.
Yo creo que el Samsa-insecto
de su “Metamorfosis” es un imaginario del propio Kafka, que irremediablemente
busca su autodestrucción, a desaparecer, para alivio de muchos. Cuando el
individuo se deshumaniza, ya no nos mueve ni el pesar ni la compasión y solo
queremos que se vaya para siempre. Es exactamente como se justifican las
guerras, al mostrar al enemigo carente de humanidad y de sus aspectos comunes
con todos nosotros, entonces se vale pulverizarlo sin remordimientos.
Con su hermana
menor Ottilie, Kafka tuvo una relación especial porque ella encontró sus
propios caminos para enfrentar al padre controlador y logra emanciparse creando
una complicidad y alianza permanentes entre ellos. A Ottilie le confía más de
20 cuadernos de valiosos manuscritos y muchas cartas que se pierden, cuando la
criminal Gestapo la arresta en 1943 para trasladarla al fuerte militar Terezin
al norte de Praga y de allí a un campo de concentración nazi donde muere; como
murieron también sus otras dos hermanas solo por ser judías.
A Max Brod amigo cercano y albacea de Kafka, le había pedido destruir cartas personales y todo el material no publicado, que por fortuna no cumplió y que permitió ampliar nuestro conocimiento de su obra que pone su sello distintivo desde Praga para el mundo en el siglo XX. Más de nueve décadas después de su muerte, se cree que todavía existe una parte importante de su obra sin publicar, por la negativa de los herederos de Brod de cederla al estado de Israel, que la reclama en tribunales como propia diciendo que este la cedió, cuando emigra allí terminada la segunda guerra mundial.