La vida en uno de los epicentros del coronavirus

Pereira fue fundada apenas 6 años antes que la ciudad de Seattle en el noroeste de los Estados Unidos, pero Seattle casi la dobla en población debido a la migración nacional y extranjera que ha venido a radicarse, atraída por los empleos de grandes multinacionales asentadas en la región, con grandes marcas en la tecnología, el comercio, la aviación y productos de consumo.

Al momento de redactar estas líneas, el estado de Washington reporta 457 infectados y de ellos 31 víctimas mortales a causa del Covid19, casi todos mayores de 60 años convirtiendo la región, en el primer epicentro de la enfermedad de todos los Estados Unidos.

En la medida que se hacen nuevas pruebas a casos sospechosos, la cifra es superada todos los días. Sin conocer el cuadro epidemiológico completo de las víctimas, se sabe que son adultos mayores con otras condiciones médicas complejas y con bajas defensas, que desarrollan neumonía que por último les quitó la vida.

La razón para la alarma es la relativa rapidez con que perdieron la vida sin poder ser tratados con antídotos y menos vacunas, que tardarán en desarrollarse mientras los contagios aumentan. No se ha dado a conocer la raza y origen pero se presume que la mayoría son de raza blanca y de nacionalidad estadounidense. Tal vez sea cuestión de tiempo cuando sepamos de latinoamericanos afectados.

Como la forma de contagio se basa en el contacto cercano incluso casual con los infectados, el gran reto de las autoridades es tratar de impedir nuevas infecciones aplicando el principio de “distancia social” que consiste en estar separados de la próxima persona por al menos 6 pies de distancia, cubrirse la boca, no tocarnos la cara durante el día y lavarse las manos con frecuencia dejando de lado el saludo de manos y otros contactos físicos directos.

Como los primeros síntomas son los mismos de la gripa estacional se aconseja al afectado permanecer en casa, buscar consejo médico y por ningún motivo ir a una sala de emergencias sin ser enviado expresamente.

La vida urbana de occidente y la globalización dificultan enormemente la aplicación del principio de “distancia social” y las salas de cine, clubes sociales, eventos deportivos ya fueron reducidos o cancelados y las clases en escuelas públicas y universidades fueron suspendidas o se llevan a cabo por internet.

Los refugios de desamparados, centros de cuidados de ancianos, transporte público y edificios de gobierno se ven sometidos a limpiezas exhaustivas diarias y a la prohibición expresa de no dejar juntar más 150 personas al mismo tiempo en un solo lugar. Muchas empresas han pedido a sus plantas de trabajadores laborar desde el hogar de ser posible y la descongestión de calles, avenidas, plazas y transporte público es sorprendente.

Uno evoca las imágenes de un enlatado en blanco y negro que se transmitía en Colombia bajo el nombre inglés de “The Twilight Zone” y que muchos de mi generación recordarán, donde era común ver escenas de ciudades abandonadas, casas vacías, estructuras sin personas.

La ignorancia y el pánico complican cualquier progreso en superar la pandemia y en cuestión de horas quedaremos aislados de Europa por un mes, pero dejando caprichosamente el paso abierto con Inglaterra, como si de allá no pudieran llegar nuevos infectados.

La última gran pandemia de contagio de desenlace rápido fue la “Gripa española” de 1918, que según los historiadores médicos dejó 6.571 muertos en todo el estado de Washington.

Mientras China anuncia una lenta recuperación, Italia parece no haber tocado fondo todavía y en las Américas apenas caminamos por la primera etapa.

Gracias al nivel de conocimientos médicos, la ventaja de las comunicaciones y un liderato correcto, podremos vencer en esta nueva batalla por la vida, tomando decisiones sensatas con compasión y mejor preparados para la pandemia que sigue.

Publicado simultáneamente en el periódico “El Diario” de Pereira, Colombia, el 15 de marzo de 2020.

El zarpazo criminal de Stalin

Hasta esta casa de la Avenida Río Churubusco 410 del barrio del Carmen, en el municipio de Coyoacán de Ciudad de México, se extendió la mano delincuencial del georgiano José Stalin para eliminar a quien fuera su superior, su camarada en armas y segundo después de Lenin, el líder militar ucraniano León Trotsky un miércoles 21 de agosto de 1940, a manos del fanático catalán Ramón Mercader.

La figura de Stalin puede significar distintas cosas según a quién se le pregunte. Sus retratos todavía se notan esporádicamente en Moscú, entre fieles seguidores que seguramente no lo conocieron, ni fueron directamente afectados por sus políticas bárbaras de imponer lo que él entendía por comunismo, al costo que fuera.

Escritorio de Trotsky en la casa donde fue asesinado. Foto por Javier Amaya.

Luego de la muerte de Lenin en 1924, cuando Stalin estuvo muy cerca de ser destituido del cargo de jefe máximo, aprovechó las divisiones, hizo y deshizo alianzas y prácticamente eliminó a todos los viejos bolcheviques hasta sustituirlos por su gente de confianza o por quienes sabía que le temían y podía neutralizar. Casi todos sus jefes de inteligencia subordinados a él por décadas, cayeron en desgracia y terminaron ejecutados. Las víctimas de las hambrunas se calculan en millones.

La persecución tenaz por varios países, la eliminación paulatina de personas del entorno de Trotsky, la campaña de mentiras y acusaciones de estar conspirando para eliminar a Stalin o de trabajar para una potencia extranjera contra la URSS, todas ellas solo indicaban el deterioro mental de Stalin y el temor que Trotsky lo quitara del poder y seguro llevarlo a juicio y a la humillación pública junto a su pandilla.

Existen evidencias documentales, que la policía política NKVD, antecesora de la KGB con Beria a la cabeza, elaboraba la lista de objetivos, reunía las denuncias ciertas o inventadas, los arrestaba y bajo tortura hasta lograba confesiones de sedición, para proceder a fusilar con la aprobación escrita del puño y letra de Stalin.

Para otros en cambio, Stalin es el estratega que reclama el honor de aplastar las hordas nazis de Hitler salvando a la Unión Soviética y al mundo, del Reich de mil años que buscaba arrodillar al planeta completo, ante un imperio alemán sediento de riqueza y de muertos, que impondría una supuesta raza superior aria sobre todos los demás.

En verdad Stalin es un ícono sangriento, un sicópata, cuyas decisiones y políticas, ya fuera en purgas, hambrunas y defensa del estado y su poder personal, está regado de miles de cadáveres anónimos y también de personas reconocidas.

Trotsky en su casa de Coyoacán, redactó por largo tiempo lo que parecía una biografía política de su verdugo, volumen que simplemente se conoce publicado como Stalin y que no alcanzó a terminar. Se documentó escrupulosamente de pruebas poco conocidas, de documentos originales, de minutas de reuniones, etc. y desenmascara a los propagandistas de Stalin demostrando varios hechos contundentes:

  1. Que la educación formal más extensa y tal vez la única, la recibió Stalin de un seminario para ser cura donde su vida transcurría entre lecciones de teología, cánticos y rezos, la preparación menos idónea posible para gobernar el país más extenso del mundo.
  2. Que Stalin no siempre fue bolchevique. Hizo parte de otras facciones y se fue acomodando a la que finalmente consideró sería la victoriosa.
  3. Stalin no siempre fue incondicional a Lenin como lo repetía la propaganda oficial. Tomó muchas decisiones desafiando la autoridad de Lenin, siendo reprendido muchas veces por este y terminando transferido a otros cargos.

Trotsky había llegado a México desde Europa en 1937, siempre asediado por los matones de Stalin que urdían planes para eliminarlo y se asila en el país latinoamericano donde su presidente Lázaro Cárdenas le acoge y brinda protección. El genial pintor de izquierda Diego Rivera y otros intelectuales gestionaron todo el proceso. Este gesto humanitario a Rivera, le gana la animadversión del Partido Comunista al que pertenecía hasta ser expulsado.

La casa museo de Trotsky en Coyoacán se conserva fiel como su último ocupante la dejó. El sitio central es el patio rodeado por la edificación como tal. Está rodeada por un muro de varios metros de alto y unos miradores que utilizaba la guardia. Ahí están las jaulas de las gallinas y las conejeras que el revolucionario atendía, captado en fotografías.

Su biblioteca incluye una enciclopedia en ruso y cientos de volúmenes en otros idiomas en francés, inglés, alemán y español. Se exhiben sus espejuelos redondos, un sombrero y un bastón de apoyo, indumentaria de su última esposa Natalia, una tina de estilo europeo, tal vez su mayor lujo y algunas camas muy simples.

El cubano Leonardo Padura, (La Habana, 1955) publicó en 2009 una valiente y excelente novela sobre el tema: “El hombre que amaba a los perros” donde narra cómo terminan víctima y victimario en ese ataque cobarde y desigual de 1940. Los restos de Trotsky y su esposa Natalia que le sobrevivió varios años, descansan hoy en el patio de la casa. El cuerpo de Mercader, yace en un oscuro cementerio ruso y hoy menos gente lo califica de héroe. Padura es un maestro del género policiaco y le pone el suspenso y el tono para que el lector recorra el escenario y se asombre con sus protagonistas, aunque conozca de antemano el desenlace.

Llama la atención que Padura publique este tema en un país como Cuba, con más simpatía por el estalinismo que por el trotskismo y donde disentir de la línea oficial del estado tiene sus consecuencias.

Tal vez algún día Padura levante el velo de otro ícono sangriento, como fue Che Guevara, conocido por sus fusilamientos a discreción, que muchos cubanos en voz baja todavía lamentan y dicen que el héroe de muchos románticos de izquierda, era un carnicero incapaz de la compasión.

En Colombia, un político mal llamado presidente eterno, tampoco logra ocultar con su popularidad, la huella sangrienta de sus decisiones y su obsesión por el poder, sufriendo de la ansiedad enfermiza de querer espiar a todo el mundo. Esto comprueba, que torcer la ley y delinquir impune bajo la protección estatal, no tiene un sello ideológico.

A pesar de todos los años transcurridos, el estalinismo no quedó sepultado con el cadáver del personaje. Trotsky y su apoyo fundamental al triunfo de la revolución bolchevique, nunca fueron reivindicados en toda su dimensión en Rusia, ni siquiera en la fecha del centenario de 2017. En ese sentido, la exquisita novela del cubano Padura fue un buen comienzo.

Coyoacán, Ciudad de México.   

Publicado en el suplemento Las Artes de “El Diario” en Pereira, Colombia.                

El “basta ya” de Eugenia Toledo y Carlos Gray

De la producción poética publicada de la chilena Eugenia Toledo, el libro “Vidas robadas” escrito junto con Carlos Gray, poeta de Pucón, también de la zona de la Araucanía, es el que más he disfrutado por tocar fibras muy íntimas que explican o niegan la existencia misma de la humanidad. En este caso específico, aborda las numerosas desigualdades de género y la peor de todas: la violencia contra la mujer.

El libro presenta dos bloques de poemas separados por los numerales romanos I y II sin detallar las autorías y no sé si se trata de un olvido de los editores, o es un guiño intencional de los dos autores al lector, para descubrir por uno mismo a quién pertenecen.

La escritora Eugenia Toledo con algunas portadas de su obra.
Foto por Javier Amaya.

En el caso de “Vidas robadas” me atrevo a apostar que el primer bloque pertenece a mi amiga y colega Eugenia. Me parece que ella identifica la gravedad del tema, lo aborda sin mucho adorno y lo presenta con crudeza para que nadie dude de su postura y su rechazo. Ese es su estilo. Tengo otra poderosa razón que me afirma en mi sospecha y son sus dos referentes poéticos Gabriela Mistral y Fray Luís de León a quienes conoce muy bien y parecen iluminarla en los caminos pedregosos de la poesía. En el caso de los poemas de Carlos Gray entonces se observa un dramatismo teatral o coral trágico, muy realista y fuerte.

Eugenia en libros anteriores, ha puesto sobre la mesa temas como la emigración, el exilio, las complejas relaciones familiares y hasta la nostalgia, presentando interrogantes, identificando los dilemas por su nombre y llamando a no cruzarse de brazos y a asumir una postura.

Sus poemarios nos indican casi de inmediato lo que preocupa a la poeta, el fenómeno que capta su atención en un momento dado, lo que le causa rechazo y hasta la angustia. Los eventos violentos narrados, que inicialmente fueron un titular de prensa, un reportaje de los medios o una nota redactada especialmente en el sur del continente Eugenia las asume y decide junto a Gray mostrarnos la dimensión de la tragedia, re-escrita en ambos casos en la estructura poética de sus versos.

Estos dos poetas sacuden las conciencias del lector como diciéndonos, no es una noticia más, no es una simple cifra, es nuestra autodestrucción colectiva. Cuando muere una mujer como resultado de un acto de violencia muere la sociedad, amenaza la continuidad de la especie. Pero Eugenia y también Carlos Gray no se conforman con el desprecio al victimario, porque de paso arreglan cuentas con esas otras formas de justificar la matazón como son la política, las costumbres, la educación, el machismo, el patriarcado y la misma teología que desde tiempos inmemoriales decidió que dios era un hombre, como para justificar la barbarie contra la mujer.

Ella se pregunta “¿Es poder del Padre aplastar o reprimir?”, “Opriman a las mujeres” afirma categórica y sin tapujos. Uno no deja de preguntarse cómo se sostendrán esos pilares del poder y la política moderna, cuando descubramos que la divinidad no es un hombre o que no tiene género o que de pronto reúne en uno a ambos.  

Así es como estos dos poetas nos ponen también a pensar: cómo se puede entender que los valores de la sociedad occidental henchida de arrogancia, por vivir en los tiempos de la tecnología veloz, la llamada “cuarta revolución industrial”, se ha movido tan poco para respetar el lugar, la autonomía y la dignidad que la mujer siempre debió tener.

Será que nos auto engañamos tanto como vivió Chile apacible en los tiempos del milagro económico, que nunca pudo resolver las profundas desigualdades, hasta estallar furioso como uno de sus muchos volcanes.

Del que puede ser un largo camino para alcanzar la igualdad de géneros como condición indispensable para llegar a la igualdad social, Eugenia Toledo y Carlos Gray con sus “poesías dramáticas”, como para presentarlas en forma teatral, dan el primer paso y nos invitan que como abriendo una caja de Pandora, dejemos volar las palabras: no más silencio. O como dice en una sola página, el final del poemario: Lo exijo.

Seattle, noviembre de 2019.

Lucy Tejada, recuerdo en su cumpleaños 99

Hoy hace 99 años, nació en Pereira Lucy Tejada Sáenz, la más brillante artista plástica de la región y de Colombia del siglo XX. Hizo parte de la primera promoción de bachilleres junto a dos compañeras del Colegio Benalcázar de Cali y con la influencia y apoyo familiar inició luego sus estudios de arte, que la llevarían a la Universidad Javeriana de Bogotá hasta la Academia de Artes San Fernando de Madrid. Recorrió luego varios países europeos haciendo sus propios estudios de arte del momento.

Lucy incursionó y desarrolló un estilo muy personal en el dibujo, la cerámica, la escultura, la pintura, el grabado dejando una vasta obra de la cual expuso en los cuatro puntos cardinales desde Italia hasta Cuba y de México a Brasil colocando su nombre en los salones de artistas más exigentes de Colombia durante varias décadas y rompiendo moldes, cuando estos espacios parecían adjudicados exclusivamente a hombres.

Los temas de Lucy son muy variados pero sobresalen su enfoque en los niños, el juego, los paisajes y los seres vivos en la naturaleza de gran tamaño, anticipándose a la preocupación actual de proteger la madre tierra para las generaciones venideras. El artista cartagenero Alejandro Obregón la llamó con razón la “pintora de la ternura”.

Aunque desde 1936 su familia se fue de Pereira para irse a vivir a Cali, Lucy en su etapa de artista madura legó a su ciudad natal, varios trabajos de arte público que lamentablemente no recibieron ni la atención ni el cuidado propio de obras expuestas a los elementos, viéndose amenazados con su destrucción.

Hacia el final de su vida y con el respaldo de sus hijos Claudia y Alejandro donó 163 obras terminadas a Pereira para una exposición permanente digna de su propio museo, que se espera se haga realidad este año por parte de la administración municipal, luego de retrasos y dilaciones.

La ciudad ha estado en deuda con esta artista cosmopolita que no hizo otra cosa que colmarla de arte y de renombre por muy poco a cambio. Con el museo, la ciudad de Pereira finalmente será puesta en el mapa del arte gráfico en Colombia junto a Cartagena, Medellín o Roldanillo.

La tarea que sigue puede tomar incluso más tiempo que la adecuación del museo, pues su inmensa obra gráfica no ha sido todavía estudiada y catalogada a fondo, para beneficio de pintores y del público presente y futuro.

El año que viene, se cumple el primer centenario de su nacimiento y seguramente los artistas y gestores de Pereira y Colombia, marcarán la fecha como la gran Lucy Tejada bien lo merece.

Nota publicada en “El Diario” de Pereira el 9 de octubre de 2019.

Terezín, un pueblo que se aferra a la vida

Cuando vine a la República Checa la primera vez, admito que no podía reconocer el nombre del pueblo Terezín, ni tampoco ubicarlo en el mapa. Decidí de un día para otro ir a conocerlo e investigarlo hasta donde me fuera posible y la verdad fui sorprendido repetidas veces por su larga y tortuosa historia.

Campo de concentración de Terezín en la República Checa. Foto por Javier Amaya.

Está ubicado al norte de Praga a unos 45 minutos de la frontera con Alemania y cuando uno se acerca por la carretera, apenas se nota un pueblo europeo más en una especie de planicie a orillas del río Ohre. Tiene de particular que en su gran cementerio reposan 10 veces más fallecidos que sus habitantes vivos, calculados en unos 3.000. Terezín se forma como asentamiento permanente en el siglo XVIII cuando un noble de la dinastía Haugsburgo ordena levantar un enorme fuerte militar, que tarda unos 10 años en habilitarse y que nombra en honor de su madre María Teresa, luego simplificado a Terezín.

Durante la primera guerra mundial, la fortaleza fue la cárcel en confinamiento solitario del serbio bosnio Gavrilo Princip, asesino confeso del Archiduque Francisco Fernando en Sarajevo, que fue la chispa detonante del primer gran conflicto europeo. A Princip por razón de la edad en el momento de la sentencia, se le conmuta la pena de muerte a cambio de prisión que purga en Terezín hasta morir de tuberculosis. Su celda, la número uno, perfectamente identificada hasta hoy es pequeña, mal iluminada y debe ser espantosamente fría en el invierno.

La verdadera razón de la notoriedad de Terezín, es haber sido constituido como el primer gran campo de concentración de los nazis que ocupan la antigua Checoslovaquia desde 1940 hasta 1945, de lo que pudieron ser unos 1.200 campos de humillación y muerte a lo largo y ancho de toda Europa central y del este.

Theresienstadt (como lo denominan los alemanes) inicialmente fue diseñado como campo de paso y clasificación de víctimas del nazismo, como lo fueron alemanes opuestos a Hitler, judíos alemanes, checos y de otros países ocupados, luego llegarían prisioneros de guerra de Rusia y otras repúblicas soviéticas, homosexuales, gitanos, comunistas y otros clasificados como indeseables. En el pequeño pueblo adyacente se levanta un gueto y los nazis lo aprovechan como vitrina de propaganda para lavar su imagen con la Cruz Roja Internacional, que hizo más de una visita y donde solamente vieron personas dedicadas a la agricultura, jardinería, cerámica, zapatería, lectura, danzas, torneo de fútbol y hasta una sinfónica.

De no ser por las estrellas de David cosidas a la ropa, se diría que se trataba de una enorme granja donde llegaron a transitar alrededor de 150.000 prisioneros. Lo que trataban de ocultar, es que de allí los transportaban en tren a campos de exterminio en otros lugares, donde muchas veces duraban vivos apenas unas horas antes de aplicarles gas sarín, fusilamiento, ahorcamiento y seguidamente convertidos en cenizas en sus hornos crematorios.

Hacia el final de la guerra las condiciones de hacinamiento, hambre y enfermedades del gueto de Terezín aunadas a las ejecuciones selectivas cobran la vida de unas 33.000 personas, cuyos restos descansan en un campo enorme, separados por una gigantesca estrella de David y una cruz, que sirven de recordatorio a los que murieron allí.

De los 14.000 niños que arribaron a Terezín se calcula que apenas 1.000 sobrevivieron al final de la guerra. Hoy día se pueden ver los hornos crematorios y la morgue donde los cuerpos se hurgaban para robarles el último vestigio de valor, desde el oro en sus piezas dentales hasta el pelo. También siguen allí las duchas desinfectantes para los recién llegados, luego de largos viajes en ferrocarril, tratados como ganado camino al matadero.

En los salones de los prisioneros, puedo hasta tocar los tablones de los camarotes improvisados, donde pasaban hacinados día y noche con apenas una letrina para decenas y sin derecho al sol, al aire libre o a una ducha. Los mismos armatostes que se ven en las películas de la época en blanco y negro donde caras de personas amontonadas miran con resignación a las cámaras, sin adivinar su destino.

El Ejército Rojo liberó a Terezín en mayo de 1945 y lo devolvería al control checo, luego de pagar una alta cuota de 144.000 de sus soldados muertos en batalla por todo el país. El último comandante nazi de la fortaleza Karl Rahm, escapa cuando se quiebra la maquinaria militar alemana, para ser recapturado y seguidamente enjuiciado y fusilado por crímenes de guerra.

Por razones que no puedo explicar, hay abundante vegetación alrededor del fuerte militar pero se notan muy pocos pájaros y vida silvestre. Unas golondrinas prefieren hacer sus nidos dentro de los salones de techos altos del fuerte y entran y salen sin ser molestadas, ni encontrar competencia de otras aves.

Ahora en 2019, existen allí unos bien documentados museos del holocausto y las instalaciones del campo de concentración, donde todavía se lee en el arco principal la frase: Arbeit Macht Frei (El trabajo nos hace libres) que los artífices de las SS hicieron marcar en todos sus campos, sin advertirle a nadie que aunque hablaban de “trabajo” los prisioneros en verdad tenían condena de muerte. Hay unos pocos alojamientos y restaurantes en el pueblo de Terezín y da la impresión que no existen muchos atractivos turísticos, ni diversiones. Pero florecen unos cuantos negocios, hay manufactura, se cultiva, se va a la escuela y se ven unos pocos niños y 74 años de terminada la pesadilla la gente insiste en vivir aquí.

Viendo este escenario y comparando épocas y lugares, pienso que apenas mentes depravadas en Colombia quisieran irónicamente revivir en el mejor estilo nazi las ejecuciones de gente pobre, desclasada o sin empleo, cuando sembraron las ciudades y campos de cadáveres disfrazados de camuflado en lo que se llamaron los “falsos positivos”. Igual que los pobladores de Terezín que perseveran, los colombianos tenemos derecho a no volver atrás y apostarle a la vida.

Publicado simultáneamente en El Diario de Pereira, Colombia.

Los laberintos de Franz Kafka

Cualquiera que vaya esta semana por las bien surtidas librerías sobre la Plaza Wenceslao de Praga, notará de inmediato que entre los estantes de los más vendidos, se encuentra ese escritor que incita a resolver los enigmas, el misterio y lo inexplicable en la vida cotidiana como es el praguense Franz Kafka (1883-1924) y no solo en checo el idioma nacional, pero también en inglés, francés, alemán, italiano, español y ruso. Existe más de una editorial que se ocupa de publicarlo en diferentes formatos, que van desde sus títulos individuales, hasta un tomo con sus obras completas conocidas.

Escultura dedicada a Kafka del artista Jaroslav Róna en el centro de Praga.
Foto por Javier Amaya.

El escritor nacional que tal vez lo sigue en interés e importancia, es Milan Kundera, quien continúa escribiendo y publicando desde París. Pero si uno recorre el casco viejo de la ciudad, por el número de monumentos y huellas que dejó Kafka, es el que domina la escena lejos de habérselo propuesto. Hay unas esculturas dedicadas a él, como también una placa en la casa donde nació, al menos otras dos casas donde vivió, el sitio donde cursó el bachillerato, un museo muy bien documentado y por último su tumba en uno de los cementerios judíos en el centro de Praga.

Hasta un persona que descubrió las ruinas de una casa antigua debajo de su piso, se inventó una exhibición con muy poco que ver con el escritor, pero que le genera ingresos solo citando su nombre y donde irremediablemente caemos muchos ingenuos, gracias a estar ubicado al cruzar la calle de la casa donde nació el prolífico escritor.

En vida, Kafka publica unas cuantas obras, pero sus cartas personales a amigos, novias y familia resultan una fuente de inmenso valor para entender a Kafka y escudriñar en su proceso creativo. Si a alguien podemos responsabilizar de la corriente del existencialismo como corriente literaria y cultural del siglo XX es a Kafka, incluso antes que al propio Sartre. La muestra fehaciente de tal afirmación es “Carta al padre” que su autor jamás consideró una obra de valor literario, sino un documento absolutamente personal y privado que al parecer nunca llegó a manos del destinatario, porque la madre luego de leerla se niega entregarla como se le pidió. A juzgar por la dureza de sus términos, habría sido un golpe demoledor.

La carta escrita a mano y por el tamaño de la letra necesitó al parecer más de 100 cuartillas de papel y fue concebida cuando Kafka vivía solo en una pensión de Bohemia en 1919 ya adulto, apenas años antes de su muerte prematura a causa de la tuberculosis cuando no se conocía la cura y tratamiento.

La carta escrita en alemán su idioma natal, explica de forma pormenorizada el daño irreparable que puede causar durante la crianza un padre autoritario, machista y dominante sobre los hijos, que termina por negarles su autoestima, independencia y libertad individual que cualquier hijo requiere y debe desarrollar. Kafka cita escenas, diálogos y detalles de las múltiples veces que Hermann Kafka ejerce esa crianza malévola sobre él y también relata en detalle los resultados diversos y negativos en sus hermanas. Incluso recrimina que el padre arrogante que todo lo controla, tuviese una opinión negativa sobre un amigo de Franz, que se dedicaba al teatro. Se dice que también tuvo como compañeros de escuela a socialistas y anarquistas muy apreciados por él y que por medio de su amistad validaron muchas de sus opiniones contra el poder y los estados déspotas de su tiempo.

El lenguaje es directo y sencillo y con frecuencia admite sus propios errores en esa relación disfuncional padre-hijo, armado de una gran sinceridad y abriendo su corazón sin ningún tapujo y de paso, explicando sus propias interpretaciones de la religión judía y vegetarianismo que abrazó en los últimos años por su propia decisión.

Las inseguridades de Kafka van desde su timidez y aspecto demacrado a causa de la tuberculosis y rasgos físicos que obviamente no son anglosajones, hasta el cambio de carreras que siendo joven quiso estudiar en la universidad, pero que lo llevan al final a hacerse abogado para complacer al padre, o las veces que canceló unas promesas de matrimonio con mujeres que amó, pero que en opinión paterna no traían avance económico o estatus social a la familia. Seguro muchas mujeres y hombres de nuestro tiempo, lamentan verse retratados allí.

Franz Kafka encuentra en la literatura su punto de escape y declaración de libertad para su existencia oprimida, al punto de afirmar “Yo no soy más que literatura y puedo, pero no quiero ser ninguna otra cosa”. Era también una queja directa a no poderse dedicar a escribir de tiempo completo, en vez de tener que hacer horas de oficina para sostenerse. Es como puede ajustar cuentas con décadas de autoritarismo y desamor, donde puede navegar libre creando insectos repugnantes de seres humanos que se degradan y plasmarse en otras ficciones que logra publicar en vida.

Yo creo que el Samsa-insecto de su “Metamorfosis” es un imaginario del propio Kafka, que irremediablemente busca su autodestrucción, a desaparecer, para alivio de muchos. Cuando el individuo se deshumaniza, ya no nos mueve ni el pesar ni la compasión y solo queremos que se vaya para siempre. Es exactamente como se justifican las guerras, al mostrar al enemigo carente de humanidad y de sus aspectos comunes con todos nosotros, entonces se vale pulverizarlo sin remordimientos.

Con su hermana menor Ottilie, Kafka tuvo una relación especial porque ella encontró sus propios caminos para enfrentar al padre controlador y logra emanciparse creando una complicidad y alianza permanentes entre ellos. A Ottilie le confía más de 20 cuadernos de valiosos manuscritos y muchas cartas que se pierden, cuando la criminal Gestapo la arresta en 1943 para trasladarla al fuerte militar Terezin al norte de Praga y de allí a un campo de concentración nazi donde muere; como murieron también sus otras dos hermanas solo por ser judías.

A Max Brod amigo cercano y albacea de Kafka, le había pedido destruir cartas personales y todo el material no publicado, que por fortuna no cumplió y que permitió ampliar nuestro conocimiento de su obra que pone su sello distintivo desde Praga para el mundo en el siglo XX. Más de nueve décadas después de su muerte, se cree que todavía existe una parte importante de su obra sin publicar, por la negativa de los herederos de Brod de cederla al estado de Israel, que la reclama en tribunales como propia diciendo que este la cedió, cuando emigra allí terminada la segunda guerra mundial.

Praga, mayo de 2019.

El escritor chileno Jorge Edwards, fustiga otra vez al estalinismo

No es la primera vez que el chileno Jorge Edwards (Santiago 1931) se despacha contra el estalinismo en la izquierda. Lo viene haciendo desde 1973 cuando publicó “Persona non grata” y este nuevo trabajo de sus memorias, es definitivamente su continuación. “Esclavos de la consigna”, el tomo dos, sale recién en enero de este año con 294 páginas bajo el sello editorial Lumen como el más nuevo, pero tal vez no el último.

Muchos se preguntarán si Edwards es el típico rencoroso quien habiendo sido vigilado, seguido, requisado y hasta difamado por el régimen de Fidel en 1971 al llegar como encargado de negocios del gobierno de Allende a la isla, es incapaz de olvidar y pasar página. El problema es que el estalinismo en la izquierda en América Latina, sigue dando coletazos.

En “Persona non grata”, Edwards se queja con razón, de la forma injusta como fueron tratados y finalmente expulsados intelectuales cubanos y su círculo, de la talla del poeta y narrador Heberto Padilla, bajo la excusa de que criticar la revolución cubana, era lo mismo que ser contra revolucionario o peor, agente abierto o velado de la CIA.

Ya en 1966, el poeta comunista Pablo Neruda incluso sin hacer críticas abiertas a Cuba, había recibido una andanada de calificativos inmerecidos, por asistir a una reunión de la organización mundial de escritores PEN de Nueva York donde aparecieron las firmas de Fernández Retamar un incondicional de Fidel, acompañado de mucha otra gente como los escritores cubanos Carpentier o Guillén, hecho que le ofendió íntimamente y que motivan unos duros poemas de respuesta. Es la misma época que Cuba y Europa del este, promueven el “realismo socialista” como única metodología aceptable en los creadores: el arte y la cultura solamente pueden estar al servicio de la revolución.

Esas salidas en falso de los intelectuales cubanos fidelistas, no hizo otra cosa que fracturar de una vez y para siempre la unidad de un grupo numeroso de escritores y artistas de varios continentes, que alejó a muchos de seguir apoyando a la revolución cubana y que acabó para siempre con varias amistades. 

En este nuevo libro de memorias, Edwards fundamentalmente repasa varias décadas de su vida, primero como estudiante dentro y fuera de Chile, luego como aspirante al cuerpo diplomático y finalmente ascendiendo en la escala como reputado vocero diplomático de Chile en varios lugares del mundo durante varios gobiernos, hasta su cómodo retiro en España.

Por sus párrafos desfila una buena cantidad de escritores en su mayoría ya fallecidos, menciona los libros y lecturas que le dejaron huella y le impresionaron e incluso comparte datos de su intimidad menos relevantes. Se nota la mención repetida hasta fatigar de la Universidad de Princeton, Nueva Jersey donde él hizo sus estudios superiores.

Jorge Edwards proviene de una familia de clase media alta, más bien conservadora. Nunca se ha declarado militante de ningún partido de la izquierda, pero es un gran observador de muchos fenómenos internos, que cultivó amistad cercana con muchos escritores del boom y con quien se puede dialogar, a sabiendas que no es un anticomunista enfermizo. Parece ignorar las trampas del imperialismo mundial para ahogar en sangre de ser posible, cada intento de un país por su liberación. En el caso de Cuba en concreto, se sabe y se reconocen múltiples intentos de eliminar físicamente a los jefes de la revolución. El error del liderato cubano, creo yo, es confundir cada asomo de crítica desde adentro o de personas amigas, como un ataque del enemigo.

Difícilmente a Edwards se le podría catalogar como persona de derecha como un Vargas Llosa, que parece coquetear con Bush y justificar sus guerras imperialistas del Medio Oriente. En este libro, Jorge Edwards admite ingenuamente que en materia de ideas políticas, muchas veces no sabe dónde está parado y eso debería eximirlo de suspicacias.

En el caso cubano, sostiene que el culto a la personalidad de Fidel no necesitó levantar estatuas o utilizar su nombre en cada obra pública, para que el comandante caprichosamente ordenara sobre la economía, las relaciones exteriores, el programa agrario o la estrecha vigilancia sobre la vida de los cubanos entrando hasta sus cocinas y dormitorios por varias décadas.

En el año 2016 el mismo cuando muere Fidel, al turista extranjero no le pierden pie ni pisada y acumulan decenas de fotos que te toman sin avisar y menos pedir permiso y de forma intencional las ves reunidas a tu salida del aeropuerto. No creo que hoy haya cambiado mucho y soy consciente que los países capitalistas hacen lo mismo de manera más sofisticada con el internet, la telefonía y las redes sociales. En el mundo moderno no existen los inocentes.

El problema del estalinismo en la izquierda, es que la discusión tiene plena vigencia con los casos de Nicaragua y sobre todo de Venezuela. El chavismo intenta repetir el mal ejemplo de levantar un modelo socialista bajo los principios obsoletos de la dictadura del proletariado, que en últimas es la dictadura de unos pocos y ultimadamente de uno o dos. Para su infortunio, Maduro no convoca, es torpe e improvisado y apenas es capaz de recitar dos o tres frases muy gastadas y terminar su discurso político con mentiras, fantasías y uno que otro disparate que causan risa y dan pena y él parece no darse cuenta. Nadie ha ayudado tanto a la ultraderecha mundial y a las oligarquías latinoamericanas con arsenal anti socialista y descrédito, como Maduro.

Cómo se desate finalmente el nudo de Venezuela, tendrá una enorme repercusión en las elecciones presidenciales en Colombia, por su cercanía y el efecto dominó, porque será presentado como el modelo a evitar a toda costa. Se nota el gozo de Holmes Trujillo (candidato presidencial fijo) y de sus jefes de la derecha colombiana, con cada una de las metidas de pata del venezolano.

Los partidos progresistas y de izquierda colombianos deberán ser más inteligentes, para desmarcarse de ejemplos fracasados y no seguir tras los reductos de un marxismo ilustrado con pocos seguidores desde los años treinta del siglo pasado.

Nicaragua y Venezuela hoy parecen proyectos fallidos de revolución, que ven eclipsados sus avances sociales y económicos por los escándalos monumentales de corrupción y enriquecimiento personal, derroche, represión feroz, asocio con paramilitares, inflación astronómica a costa de los sufrimientos de grandes masas desposeídas y desesperadas, que apenas notan alguna diferencia con los modelos de sociedad capitalista que se supone dejaban atrás y que finalmente deciden emigrar en masa.

Maduro no tiene defensa y el partido gobernante parece incapaz de quitarlo del medio y cambiar de rumbo y mejor deciden que el agua les siga subiendo arriba del cuello y finalmente los ahogue. Lo que vemos entonces, es la confirmación que una propuesta de socialismo en estos tiempos no tiene ningún futuro sino se hace en democracia, convocando la voluntad popular desde abajo, que quite del poder a los ricos, castigue duramente a los corruptos y den oportunidades reales a los más pobres y desamparados.

Me parece que en ese contexto, que invita al análisis y la reflexión y que le apuesta a la democracia, este ameno libro de Jorge Edwards como los inmediatamente anteriores, reivindica el valor del debate abierto y el pluralismo de las ideas.

Un avión para Pereyra

Transcurría el último trimestre de 2005, cuando la prensa colombiana comenzó a promocionar un festival de arte y literatura que se realizaría en Cartagena a finales de enero de 2006. No sería un evento cualquiera, afirmaban que Gabriel García Márquez en la cúspide de su gloria había confirmado su asistencia y eso ya sentenciaba la calidad de lo que pasaría allí.

Huir del hemisferio norte en enero no es un gran sacrificio por las temperaturas heladas, los vientos, lluvias y muchas veces la nieve que en todo se atasca. Me puse en marcha hacia Cartagena con mi esposa y adquirí entradas anticipadas a varios de las presentaciones del festival, organizado por una empresa inglesa.

Luego de un largo viaje, hicimos un trasbordo en Panamá y al subir al último avión que nos llevaría a Cartagena en un corto vuelo, nos llamó la atención un hombre en silla de ruedas acompañado de una señora delgada y alta. El hombre que no parecía tan mayor, era incapaz de sostenerse de pie, se quejaba levemente con cada movimiento brusco y se sentó con mucho trabajo justo en la fila frontal inmediata. Como si el pobre hombre para evitar el dolor, necesitara un avión forrado en algodón. Una azafata colaboró con la pareja en acomodarse y sin tardanza, el avión nos puso en camino. El descenso debió ser igual de penoso al abordaje, nosotros perdimos de vista a la pareja y no la vimos más.

El festival dio inició y en una de las primeras presentaciones en Cartagena, se corre el telón, el público aplaude y entre los presentadores debidamente sentados a la izquierda de la audiencia, estaba el personaje maltrecho del avión en Panamá. Era Roberto Fontanarrosa el genial caricaturista, escritor y fiel hincha rosarino, llamado por sus íntimos como “El Negro”, con una amplia sonrisa y una apariencia de comodidad, sin la silla de ruedas a la vista, que nadie hubiera pensado que era la misma persona que vimos días atrás. No dudé en pensar, en el regalo generoso de Fontanarrosa en hacer ese largo viaje desde la lejana Argentina, para regalar su humor y presencia a los asistentes del evento en Cartagena.

Leí luego que Roberto padecía de una esclerosis muy severa que lo atormentaba diariamente y que casi lo tenía prácticamente marginado del trabajo. Varias décadas antes, estando yo en la secundaria en Pereira supe de Fontanarrosa, como autor de las brillantes series “Boogie el aceitoso”, “Inodoro Pereyra” entre muchas. Los trazos de las figuras, monólogos y diálogos de sus personajes eran siempre precisos, mordaces, atrevidos. Fontanarrosa nunca respetó estatua en su pedestal y era perfectamente capaz de burlarse de él mismo. De seguro tenía devotos seguidores y por supuesto detractores que deseaban lo peor para el dibujante.

Al final de esa presentación y de manos del escritor español Fernando Savater, instante que seguro recordará, le dieron los organizadores a Fontanarrosa un libro antiguo que agradecido dijo con mucha gracia, que todo su vecindario en Rosario había salido a las calles para celebrar, causando una estruendosa carcajada en todo el auditorio. Supe luego que el desfile como una premonición, se dio al regreso de Roberto a su pueblo en Argentina.

Fontanarrosa muere un año y medio después y ocupa ese lugar entre los inolvidables de la cultura no solo argentina sino latinoamericana, que coincidiera con tiempos aciagos para la democracia en el cono sur y a nivel global con la funesta guerra fría. Sus dibujos retaban un orden establecido y su mensaje fue una voz contra la oscuridad.

Roberto ya tomó su viaje sin regreso junto con “Boogie” y con “Pereyra”, pero entre nosotros contamos con alguien que recoge las banderas del humor, la estocada, la impertinencia y que corta por igual rabos y orejas semanalmente en publicaciones nacionales, como es Julio César González. Ha pisado callos hasta ganarse amenazas de muerte por cuenta de fanáticos y uno que otro despistado. Fortunosamente “Matador” no necesita avión, él ya vive en Pereira.

Publicado originalmente en el suplemento Las Artes de El Diario. Pereira, Colombia.

La casa de Goethe en Frankfurt

La edificación de tres pisos y lo que parece un ático y medio visto desde la fachada, se distingue de todas las demás en ese barrio cerca del ayuntamiento de Frankfurt, más no por su apariencia, sino por ser el sitio donde naciera Johann Wolfgang Von Goethe en 1749 y también por la historia que rodea como tal a la casa.

En el lugar, Goethe vivió hasta la edad de los 25 años, donde escribiera la novela corta que lo puso en la palestra europea y mundial “Los sufrimientos del joven Werther” y apenas regresaría unas veces más, en cortas visitas a su familia. Vivió la mayor parte de su vida en el Ducado de Weimar, a menos de tres horas de distancia por la moderna carretera de hoy.

Goethe pertenecía a una familia burguesa acomodada y fue instruido con tutores que su padre contrató antes que fuera a la universidad y graduarse como abogado, más no por su propia decisión, porque en verdad lo que le interesaba eran las artes y la ciencia. El joven estudiante se dedica con especial esmero a los clásicos griegos y aprende rudimentos de los idiomas griego y hebreo.

A esa edad, ya demostraba sus tempranas habilidades como escritor, poeta, dramaturgo, traductor, dibujante, administrador público e inquieto hombre de ciencia que planteó conceptos sobre la evolución de las especies antes que Darwin y estudiaría la física de los colores, sugiriendo hipótesis inéditas. Los viajes fueron también actividades de aprendizaje fundamentales durante su vida.

Se le reconoce como autor de unas 15.000 cartas dejando por fuera, todas las que pudo haber destruido junto a borradores de material que no consideraba merecedor de ser publicado. Mantuvo un diario personal por más de 52 años en los que consigna contenidos de conversaciones. Goethe recibió la formación propia de una familia luterana, pero de adulto no se consideraba practicante de ninguna confesión religiosa e incluso llega a afirmar que tal vez era panteísta.

Se cuestionaba por ejemplo, por qué la misericordia divina permitía el dolor y sufrimiento de miles de inocentes, bajo el peso de crueles desastres naturales y humanos. Se asegura que en los últimos años de vida, ingresa a la Logia Masónica, aunque muchos de sus biógrafos no corroboran el dato.

Fue contemporáneo con dos grandes hechos históricos, como fueron la separación de las 13 colonias americanas del imperio británico para formar los Estados Unidos y luego la erupción social de la revolución francesa, que cautivó a muchos de sus contemporáneos, pero que Goethe cuestionó por la violencia interminable que involucró a todos sus actores.

Junto con Schiller quien fue su amigo, se les considera los líderes del Romanticismo Alemán del siglo XVIII. Tuvo amistad con el músico Beethoven y el sabio Humboldt, con el filósofo Schopenhauer, aparte de merecer el respeto de nobles y del emperador Napoleón Bonaparte, con quien conversó a su pedido, al paso de este por Prusia tres veces. El drama Fausto es considerada la obra cumbre de Goethe, entre su vasta bibliografía, en la que el autor trabajó durante varias décadas, aunque con largos períodos de descanso. El tema del Fausto, ocuparía a otros escritores germanos muchas generaciones después.

Lo casa de Frankfurt atesora una biblioteca de más de 2.000 volúmenes que se pueden observar perfectamente dentro de las vitrinas, en su mayoría con nombres en latín. También tiene muebles, escritorios, cuadros y adornos que pertenecieron a la familia donde se destacan dibujos de Roma y el Vaticano, el ombligo del mundo en la fecha, e incluso una casita de títeres que alegraba al niño Goethe y que tal vez le siembra la inquietud de la dramaturgia.

Las tablas del piso de toda la edificación son muy anchas, ajustadas con clavos de cabeza en forma de cruz. Al uno caminar rechinan sin importar el peso del visitante. En la cocina hay dos fogones, uno para leña y el otro para carbón dependiendo del platillo a preparar. La residencia tiene un buen número de ventanas, aprovechando el uso de luz natural.

Lo impactante de la historia de la casa, es que aunque su contenido es genuino, la casa tuvo que ser reconstruida totalmente cuando un bombardeo de los ingleses en marzo de 1944 solo deja el cascarón y los administradores previendo el desastre, ya habían ocultado sus muebles.

El 85% de la ciudad de Frankfurt queda reducida a escombros y en tan solo 5 días, mueren unas 1.500 personas bajo la pólvora, el fuego o aplastados entre paredes. Si la Luftwaffe fue despiadada con los barrios pobres de Londres, los pilotos ingleses se ensañaron con los civiles alemanes. Además de destruir instalaciones militares nazis, fueron indiscriminados con todo lo que sus bombas y metralla encontraran a su paso. No es cierto que en las guerras haya matones buenos, eso es un burdo sofisma de Hollywood que siempre ensalza al vencedor.

Entre 1947 a 1951, la casa fue reconstruida cuarto por cuarto, manteniendo las dimensiones y distribución basados en planos, fotos y pinturas y gracias a ese esfuerzo, la podemos recorrer hoy. A un lado de la casa en Frankfurt, la fundación privada que la administra, abrió un museo que muestra colecciones de arte del tiempo de Goethe, haciendo de la visita una verdadera clase académica especializada.

A lo largo de su vida, Goethe tuvo tres parejas conocidas y fue padre de cinco niños, cuatro de los cuales fallecen a una tierna edad. El gran intelectual alemán muere el 22 de marzo de 1832 en Weimar a los 82 años. Sus restos descansan junto al ataúd donde debieron estar los de Schiller, en el panteón ducal de la misma ciudad.

Publicado originalmente en el suplemento Las Artes de El Diario en Pereira, Colombia en junio de 2018.

El vuelo de la pájara pinta

Si me preguntaran quién ha sido la más grande narradora pereirana entre dos siglos, diría sin lugar a dudas que es Albalucía Angel (1939), quien por más de cuatro décadas ha estado viviendo muy lejos de su país, y quien al tiempo ha venido acumulando una narrativa de grandes quilates, que va por todo el mundo contando su ver y sentir a través de la ficción.

Su novela “Estaba la pájara pinta, sentada en un verde limón”, está firmada en España entre los años 1971 y 1975. Tiene muchos personajes entre los que se destacan Ana, una adolescente o preadolescente, de una familia de clase media alta de Pereira y en su círculo afectivo Verónica y también Sabina, una trabajadora doméstica que actúa como la extensión de la autoridad y forma de pensar de la madre de Ana, contemporáneas con el estallido social por el asesinato de Gaitán en 1948.

Ana es una jovencita que todo lo indaga, que espera siempre respuestas inteligentes a sus preguntas y que rompe moldes de conducta y de pensamiento, para quien hacer las cosas por tradición no es motivo suficiente que justifique nada. Su familia tiene unos códigos morales propios de la época, que de una u otra forma son guiados por la religión y que define estrictamente lo permisible y condena lo inmoral y pecaminoso. Sitios y locaciones en Pereira, son citadas con nombre propio.

Ella no es simplemente una niñita rebelde pasando por una etapa de crecimiento, es mucho más que eso, ella se cuestiona los valores de una sociedad machista y patriarcal como la Pereira de su época, donde la mujer por el hecho de serlo vale menos y debe estar sujeta al control, manipulación y capricho del hombre. En este aspecto, Ana parece el alter-ego de Albalucía, quien alguna vez dijo en una entrevista, que atosigada por estos valores, de haberse quedado en Pereira, “tal vez se hubiera lanzado a las aguas del Otún.”

El 9 de abril

En los comienzos de la novela narra lo ocurrido en Bogotá el 9 de abril y la retoma brutal del establecimiento, que masacra un pueblo dolido e iracundo, que no entiende por qué le cortan de un tajo sus ilusiones de cambio, matando a su caudillo. Cuenta las escenas de muchos curas disparando al populacho desde los campanarios de las iglesias, la policía de Bogotá insubordinada entregando fusiles a los exaltados y el ejército ametrallando al que se acercara al palacio presidencial. La Radio Nacional llamando a derrocar el gobierno de Ospina para pedir cuentas a Laureano y dando como un hecho, la conformación de juntas revolucionarias que desconocieran los alcaldes y al poder central. La ciudad arde en llamas.

El libro no narra de forma lineal y utiliza diálogos y monólogos de otros personajes que cubren más de dos décadas después de 1948 donde se cuenta la formación de guerrillas liberales que logra desmovilizar la dictadura de Rojas y luego de no cumplir lo pactado, la aparición de las guerrillas de Marquetalia. En este lapso llama la atención el asesinato de estudiantes universitarios en Bogotá el 8 y 9 de junio de 1954 a manos de la tropa del Batallón Colombia y la matanza de asistentes a la Plaza de Toros, cuando espontáneamente rechiflan a la hija del general.

Rojas Pinilla

Albalucía narra también la pomposa visita del Teniente General Rojas Pinilla en la cúspide del poder a Pereira, donde luego de ceremonias y protocolos es abordado por Policarpa, esa señora de triste figura que los pereiranos de mi generación conocimos vestida de militar y marchando con los demás uniformados en todas las fiestas patrias mientras vivió. En los lectores, la novelista siembra la duda si eso pasó o es un recurso magistral de ficción.

Resulta imposible no hacer paralelismos entre las muertes violentas de Gaitán y de Galán (éste último magnicidio posterior a la novela) y como personajes tan lejanos a los mártires, sacan ventaja de forma oportunista asegurándose después la silla presidencial. En el caso de Gaitán, fue Carlos Lleras Restrepo quien súbitamente se jura gaitanista en el velorio, cuando todos saben que nunca lo fue.

En los capítulos finales de la novela, Albalucía describe las desventuras de los torturados, los desaparecidos, los presos secuestrados por los diferentes gobiernos para hacerlos “cantar” y señalar a los cómplices de la subversión. La lectura causa vértigo porque la novelista es pródiga en los detalles y el lector entra con ella a los calabozos, a los centros de tortura. La crueldad se hace dueña y el humanismo queda en el olvido.

Premio

Este libro recibe el primer lugar en la Bienal de Novela en 1975, donde fueron jurados escritores de renombre como Alvaro Mutis y Umberto Valverde. Albalucía nos deja ver su destreza en jugar con el lenguaje. Fue luego impreso en Colombia en una muy modesta edición auspiciada por Mincultura, que a la fecha bien justifica una edición de lujo.

Aunque Albalucía no hizo parte de la élite del “boom”, conoció a casi todos sus integrantes y frecuentó la casa de García Márquez en sus años en Barcelona. La escritora y su obra no reciben todavía el reconocimiento, análisis académico y halago que Pereira le debe y que nos coloca, gracias a ella, en el mapa de la literatura mundial en español.

* Texto y foto publicados en el suplemento “Las Artes” de El Diario del Otún de Pereira en mayo de 2018.

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