La casa de Hemingway en Cuba

Luego de más de 55 años desde su muerte, ningún escritor extranjero ha sido más querido y estudiado en Cuba, como el estadounidense Ernest M. Hemingway (1899-1961). Una parte considerable de sus notas, borradores, cartas y papeles personales que reposan en Cuba, ya han sido digitalizados y abiertos al público para su estudio, gracias a la colaboración entre instituciones cubanas y de los Estados Unidos, como la biblioteca Kennedy de Boston.

En los años venideros, los estudiosos y lectores podremos ver nuevos documentos y notas desconocidas, una vez se terminen de construir los talleres de conservación, preservación y duplicado, en los mismos terrenos de “Finca Vigía” en Cuba, la casa que ocupó Hemingway durante 22 años y donde se calcula guardó y legó a la isla, una biblioteca compuesta por unos nueve mil volúmenes y sus papeles personales desde 1939 casi hasta su muerte.

finca-vigiaFinca Vigía toma el nombre desde los tiempos de dominación española, en donde las tropas imperiales, establecen un punto de vigilancia aprovechando la altura de la colina, donde hoy reposa la casa principal, desde donde se pueden observar todos los puntos altos de La Habana, a menos de 30 minutos por carretera y mucho de sus alrededores del municipio de San Francisco de Paula.

El escritor cubano Norberto Fuentes, a quien se le permitió estudiar la casa, cuenta que Hemingway visita a Cuba por primera vez en 1928, haciendo un trasbordo cuando viajaba en barco desde Europa, camino a la Florida. Regresa a la isla para pescar por placer y por deporte. Alquila una habitación de un hotel de La Habana donde también escribe, contrata en arrendamiento la casa de Finca Vigía por un año, para comprarla luego en la cantidad de $18 500 dólares por consejo de Martha Gellhorn, su esposa en ese momento.

Cuando se llega a Finca Vigía no se divisa la casa en las alturas, por el espeso follaje de palmas, árboles y vegetación que rodean la colina. Cruzando la entrada y luego de pagar la boleta de entrada, en la cumbre se descubre una casa de ladrillo donde lo primero que resalta de la fachada, es el cuidado con que ha sido tratada, una ceiba a la derecha y en la izquierda de la puerta principal, una campana que anunciaba la llegada de visitantes al hogar de los Hemingway. A pesar de llamarse casa-museo, no se parece a los museos tradicionales pues no hay grandes avisos, placas o señalizaciones que la distingan.

Las puertas y ventanas de la casa, están abiertas de par en par, los muebles, utensilios, adornos, y hasta las botellas de licor están dispuestas, como si sus dueños de repente fueran a regresar a ocupar su domicilio. Unas cintas indican a los turistas, las áreas por donde se puede caminar sin ingresar nunca a la edificación. En las áreas aledañas, sobresale la piscina, indispensable para aliviar el calor del clima caribeño, el yate Pilar como listo para zarpar, el cementerio de cuatro perros donde se leen nombres como Blacky, Negrita, Linda y Nerón. Más de 50 gatos también señoreaban la casa y los alrededores, que fueron sepultados discretamente y sin dejar marcas, tal vez por consejo de alguna devota de la religión Yoruba, que trabajara para la familia.

Llama la atención que Hemingway tenía estantes grandes y pequeños con toda clase de libros sin clasificar, casi en cada cuarto y rincón de la casa incluyendo el baño. De no hacer cambios, todo este tesoro literario de muchos libros con anotaciones del escritor, tiene el riesgo de desaparecer porque la humedad propia del clima caribeño, la luz y el sol, son los peores enemigos de la letra impresa y el papel.

En las paredes de la sala-comedor y alcobas, sobresalen cabezas disecadas de animales africanos, cazados por la pareja de Mary y Ernest. Afición libremente aceptada en su época, pero que recibiría la condena generalizada si fuera intentada en estos tiempos, por los defensores de la protección de las especies.

Hemingway ordenó construir una torre aledaña a la casa de cuatro pisos, en la que instala un amplio estudio, donde se destaca un telescopio, la mesa de escribir, una pintura y una estatuilla de José Martí, que compró como apoyo a militantes del Movimiento 26 de Julio antes del triunfo revolucionario. Escribía a mano todos sus originales con una caligrafía precisa y clara, que luego transcribiría a máquina él mismo o por encargo y que editaría a mano antes de enviar a la imprenta.

Viviendo en Finca Vigía, Hemingway escribe o finaliza obras fundamentales de su bibliografía, como “Por quién doblan las campanas”, “París era una fiesta” y la que lo coloca en el reconocimiento mundial en muchos idiomas “El viejo y el mar”. Recibe el premio Pulitzer en 1953 y el Nobel de Literatura en 1954, al que no asiste por convalecer de un grave accidente de aviación estando de cacería en África. La medalla del Nobel, la dona al santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de la isla aunque Hemingway no profesaba ninguna religión.

Su afición por cocteles como el Daiquirí o el Mojito, le dieron fama mundial a dos bares de La Habana que frecuentaba, como son El Floridita y la Bodeguita del Medio y que siguen abiertos hasta la fecha. Luego del suicidio de Hemingway en Idaho, la viuda regresa a la isla para constatar la voluntad por escrito de su marido de legar la casa y sus papeles a Cuba, con la idea que fuera punto de encuentro de escritores y que luego devino en casa-museo.

Al comienzo, la idea de vivir en Cuba y específicamente en Finca Vigía, no había sido aceptada del todo por el escritor, pero luego narraría en 1949 las bondades naturales de un río cercano diciendo: “…la principal razón de vivir en Cuba es el gran río azul…desde la finca y a través de un hermoso paisaje, se tarda treinta minutos en llegar a él, donde hay la mejor y más abundante pesca que uno ha visto en su vida.” Luego de vivir más de dos décadas en Finca Vigía, de invitar a sus amigos más cercanos a visitarlo y de cosechar reconocimientos en sus años más productivos como literato, sin considerar mudarse a vivir a otra parte, se puede especular que Hemingway llegó a querer tanto a Cuba, como la isla lo llegó a querer a él.

La Habana, octubre de 2016.

Publicado simultáneamente en el suplemento Las Artes de El Diario del Otún de Pereira y el blog Otredad-Pensamiento Latinoamericano de París.

Memorias de un taxista en La Habana

Referirse a Cuba en los últimos cincuenta años, siempre ha sido motivo de controversia en razón del modelo económico y político que escogió, presionada por circunstancias de grave peligro que la amenazaba con un gran baño de sangre y hasta su desaparición como nación soberana.

plaza-4-2Leer sobre ella, para alabarla o para condenarla es una cosa y otra distinta, verla y sentirla en persona. Julio Duque es un matancero de 52 años que ha vivido en La Habana hace mucho y ha ejercido como taxista los últimos 17. En verdad es un veterinario que como millones de cubanos, no ejercen su profesión por falta de plazas. Se jacta de conocer toda la isla y de haberla recorrido en detalle. Conoce la capital como ninguno y le puede recomendar a los visitantes los mejores sitios, prevenirlo de costos innecesarios y guiarlos para que disfruten lo mejor de esta ciudad calurosa, musical, modesta y acogedora.

Le toma algo de tiempo antes de hablar con sinceridad, de lo que piensa de su país, que parece aproximarse al final del embargo decretado por Estados Unidos y a la posibilidad de entablar un comercio desconocido, que le puede abrir muchas puertas, de la mano de nuevas dificultades.

Duque tiene serios reparos al gobierno de su país, no deja de reconocer el valor de su sistema de salud, modelo para el mundo, la educación gratuita para todos y los programas de seguridad alimentaria básica que llegan a cada cubano. Se queja de estar gobernados por un solo partido, del centralismo excesivo y hasta de las promesas incumplidas por sus ancianos gobernantes que repetidamente les hablaron de socialismo sin privilegios para todos. Él se pregunta, por qué varios de los hijos Castro, de pronto con una excepción, viven en la comodidad como parásitos, sin comprometerse al trabajo duro en favor de la población.

Se duele también que no una sino dos veces, trabajó duramente como brigadista en grandes proyectos de construcción de vivienda, donde al final se beneficiaron otras personas que no dedicaron ni una hora de trabajo a largas y extenuantes jornadas.

Cruzamos raudos por el malecón y en lo alto de un edificio, ondea una bandera de la extinta Unión Soviética, recuerdo irónico de una relación especial con una potencia, que de la noche a la mañana, desmontó su modelo socialista en una macabra jugada de un cobarde como Gorbachev y un traidor ambicioso como Yeltsin. Todo a nombre de la democracia, que a la Rusia de hoy, todavía no llega.

El veterinario-taxista Duque fustiga con vehemencia el sistema de dos monedas circulantes como son el CUC, unidad convertible de mayor valor que el dólar de Estados Unidos y alternamente el CUP o peso cubano, que vale una fracción insignificante respecto al primero. El CUC establecido luego del derrumbe del socialismo soviético, básicamente cierra la puerta a la libre circulación de dólares de Estados Unidos, al tiempo que los capta en las estatales Casas de Cambio y que reciben miles de familias en la isla de parientes en el exterior. No quiere uno imaginar, cómo se las arreglan las familias que no reciben divisas.

El centralismo excesivo, la injerencia y férreo control del estado en muchos aspectos de la vida del ciudadano, también los atosiga, aunque se justifiquen diciendo que se llevan a cabo para la protección de la nación y sus ciudadanos.

Millones de jóvenes que invierten años de esfuerzo y estudio para hacerse profesionales, se desmotivan cuando encuentran empleos que pagan sueldos de miseria y al tiempo, se les impide ejercer en iniciativas privadas, como por ejemplo médicos y otros profesionales de las ciencias de la salud. Tampoco se entiende que con necesidades internas muy evidentes, se auxilie a otros países pagando altos costos económicos y sociales.

Julio Duque nota la diferencia entre los estilos de gobernar de Fidel y Raúl y ve en el último, cambios lentos y graduales en medidas que se debieron tomar hace mucho. Todas las noches y para aliviar el calor, hombres y mujeres salen al malecón de La Habana, acompañados de niños pequeños o mascotas, un refresco o un ron y ahora por disposición del gobierno, señal Wi-Fi para hablar con gente de otros rincones de Cuba o del mundo.

Pero ojo, Duque no tiene ninguna simpatía con los llamados disidentes, a quienes no les ve ningún futuro. Tampoco tendría nada que ver con esfuerzos contrarrevolucionarios y advierte, que la base social de apoyo del gobierno es superior a la que calculan los enemigos en el exterior. Hay millones de personas de todas las edades que sin ser comunistas, son abiertamente Fidelistas y defenderían a Cuba de una agresión con sus propias vidas.

Al final de la visita, recibo la hospitalidad junto a mi familia en casa de los Duque, donde lo primero que uno encuentra son las fotos de Fidel y Raúl junto a un cartel que me recuerda que los Comités de Defensa de la Revolución CDR, que igual que un espíritu divino, están en todas partes.

El edificio donde vive, se ve feo y descuidado por fuera, pero las viviendas en el interior aunque pequeñas, son agradables y bien cuidadas. El ascensor ruso sube y baja parando en todos los pisos, menos en el noveno donde vive Duque. Luego de disfrutar las delicias del róbalo, croquetas cubanas, moros y cristianos, sopa de res, rematados con cerveza Cristal, me dice:

  • En mi tiempo de vida, no conozco un sistema distinto que el que tengo. Me gustaría tener la oportunidad de viajar y conocer, pero no quisiera vivir y menos morir en ninguna otra parte que no fuera Cuba.

Y añade:

  • El progreso no se puede detener.

Y concuerdo con él, pensando en mi propia realidad, donde un payaso insípido apoyado por miles de millones de dólares que lo respaldan, insiste en ser presidente pensando que somos marionetas de los shows de poder que a él tanto le gustan. También yo, aspiro que algún día, tengamos una democracia verdadera para todos los ciudadanos y no solo para los poderosos.

La Habana, octubre de 2016.

Pulbicado originalmente en el suplemento Las Artes, de El Diario del Otún en Pereira, Colombia.

Las heroínas modernas

Hace varios años de visita en Estocolmo, tuve la oportunidad de asistir a una clase de español en una secundaria donde enseña un buen amigo mío. Como parte de mis estudios, yo aprendía sobre el valor y la interpretación de las encuestas y a manera de práctica, me permitieron preguntar por escrito a los estudiantes entre los 14 y los 17 años aproximadamente, a quiénes consideraban ellos sus héroes.

No tenía idea de lo que responderían y Suecia como el resto del mundo industrializado, ya se veía inundado con la tecnología del internet y las campañas publicitarias a las que nos tienen acostumbrados. Para mi sorpresa, 21 de un total de 24 estudiantes de esa pequeña muestra respondieron que su héroe era un miembro de la familia y de estos, todos dijeron que sus héroes eran sus respectivas madres.

Con tantas figuras difundidas por Hollywood, por la política y la prensa comercial, para mí tal respuesta era una victoria de la familia sobre la farándula. La gran prensa comercial todos los días, fabrica personajes para el consumo, donde mujeres y hombres son elevados a la categoría de “héroes” por sus riquezas y supuestas hazañas.

En mi entorno inmediato, debo mencionar a una heroína de nombre María Dolores Cifuentes, una maestra de escuela nacida en Colombia en 1896. De estatura baja, tal vez de un metro cincuenta, de facciones menudas, voz grave, descendiente de una familia de colonizadores mestizos y españoles pobres, labradores, arrieros, tenderos, fabricantes de ladrillos y como buena familia tradicional católica que se respete, también emparentada con curas y monjas.

María Dolores se casó con un zapatero en 1919 y tuvo varios hijos de los que sobreviven dos quedando viuda muy joven, sin apoyo ni recursos. Ya adulta, María Dolores les aseguraba a sus vecinos ser experta costurera, peluquera, cocinera, maestra y muchas otras cosas, entra las cuales, ser maestra era la única cierta, con tal de reunir unos pesos adicionales para sostener a sus hijos. En 1940 logra comprar su primera casa de madera y barro prensado con mucho esfuerzo y ahorros, en la cantidad de $350 pesos, de los cuales debió financiar los últimos $50.

Antes de formar una familia ya se había entrenado como maestra y se dedica a enseñar las primeras letras, la caligrafía, las obras manuales y los rudimentos de la aritmética a cientos de niñas y niños por un total de cinco décadas sin interrupción, para retirarse definitivamente en 1985. Gracias a una memoria prodigiosa, podía recitar largas oraciones sin acudir al texto y por muchos años, era la invitada de rigor a cuanto funeral se presentó en la vecindad. Era una narradora oral prodigiosa.

María Dolores vio pasar frente a sus ojos todos los inventos de la tecnología, la ciencia y los descubrimientos del siglo XX. Pero antes que fascinarse con esas novedades, más bien insistía en defender algunos valores básicos como la importancia de la educación, la buena lectura, el trabajo duro y honrado y la dedicación por la familia.

Siempre que pudo, ayudó con consejos y económicamente a sus hermanos, sobrinos, hijos, nietos y biznietos. El poder ayudar la hizo feliz. Careció de lujos y creo que entre las posesiones materiales que más apreció, fueron unas imágenes religiosas que terminó por regalar antes de salir de Colombia.

En 1987 a la edad de 91 años emigra a los Estados Unidos, para reunirse con su familia inmediata y fallece en 1994 a la edad de los 98, luego de una corta enfermedad y dueña de una lucidez completa.

Como todo ser humano sobre la tierra, debió tener carencias y defectos, pero su capacidad de sentir compasión por otros la hizo brillar con luz propia. Estoy seguro que yo no fui su mejor pupilo, ni el más devoto de los creyentes, entre tantos de los que fuimos sus alumnos; pero si me preguntaran ahora por mi heroína moderna, sin ninguna duda y siguiendo el ejemplo de los escolares suecos, debo decir que fue mi abuela María Dolores.

Artículo publicado originalmente en la revista «Ventana Latina» de Londres, Inglaterra. Enero de 2013.

El Panteón de París, tributo a los grandes de Francia.

Debía tener unos diez años, cuando un sábado cualquiera y de la mano de mi abuela Dolores, estaba en el cementerio de San Camilo en Pereira, pasadas las once de la mañana y bajo un sol fuerte. Ella no me explicó la razón de ir, pensando que no tenía edad para entenderlo. Fuimos para trasladar las cenizas de su segundo esposo Juan de la Cruz, desde su tumba, al osario que había comprado en los sótanos de la iglesia.

La cita era impostergable, porque de no recoger los huesos del difunto, irían a parar al osario común, junto a los miles de cuerpos que ya emprendieron el viaje y que con menos fortuna, nadie los reclama pasando pronto al olvido.

Dos hombres desenterraron la caja y quitaron la tapa en relativo poco tiempo. Yo no vi todo lo que hubiera querido, pero me llamó la atención el estado lamentable de la tela que cubría las paredes interiores ya amarillenta y raída como si alguien la hubiera hecho flecos a propósito. Lo que había sido el cuerpo del difunto era una masa que nunca supe dónde tenía la cabeza y dónde los pies. Mi abuela me mantuvo a raya para que yo no viera los detalles, todavía era más alta que yo. Lo que sí percibí, era que la masa que ocupaba la caja, era como tierra de abono extraordinariamente negra. Ella que nunca hacía un drama, rompió a llorar acompañada de una hija adulta del difunto y se calmó para rezar unos padrenuestros por el eterno descanso del muerto.

Acto seguido, los hombres pusieron en el suelo una bolsa plástica donde irían los restos humanos. Con un regatón, golpearon por la mitad el cuerpo y en dos partes colocaron todo lo que parecía humano adentro. Sin cura, ni ceremonia, caminamos unos minutos hasta el osario donde se depositó la bolsa y se selló con trozos de ladrillo unidos por cemento y arena que serían recubiertos por una tapa de metal negra marcando los apellidos de la familia propietaria.

El regatonazo me pareció indigno, aun sabiendo que a los muertos ya nada físico les duele y que yo no tenía lazos de consanguinidad con Juan de la Cruz. El y mi abuela se habían casado estando ambos viudos y muy adultos para tener descendencia. Al osario no creo que haya ido de visita más de dos veces. Era frío, oscuro y estrecho. Era el último lugar que uno quiere visitar.

Me tomó décadas regresar voluntariamente a un cementerio y fue en París, donde comencé con lugares como Montparnasse, Père Lachaise y Montmartre que están llenos de esculturas, calles bien delineadas, lozas y mármoles que son verdaderas obras de arte e incluyen mapas para guiar a los visitantes a las tumbas de celebridades y famosos. Son pequeñas ciudadelas. Antes de ingresar, sobresale el estilo greco-romano inspirado en el Renacentismo.

El Panteón es una estructura distinta a los demás cementerios, porque los muertos descansan bajo techo, dedicado a guardar las cenizas de algunos ilustres de Francia. Su construcción tardó treinta y cuatro años pensada originalmente como una despampanante iglesia (Santa Genoveva) dedicada por un monarca a su mujer muerta. En el último siglo, ya ha sido reformado y restaurado en varias ocasiones.

El Panteón tiene un frontispicio de imponentes columnas y un domo como tantos otros edificios clásicos de Europa y las Américas. La dedicatoria que da a la calle reza: “A nuestros grandes hombres la patria reconocida.”Los expertos afirman que su estilo se combina con conceptos góticos. Inaugurada como templo religioso, vendría luego la revolución francesa de 1789 que expropiara muchos bienes de la iglesia católica y rededicara edificios y monumentos.

Alguien pensó que en vez de una iglesia más, fuera un templo republicano que albergara las cenizas de personas fundamentales para la revolución, como Voltaire y Rousseau. Las tumbas de ambos pensadores irónicamente quedaron frente a frente, a muy corta distancia. En vida, apenas tuvieron una breve amistad epistolar para distanciarse y evitarse mutuamente hasta la muerte. Fallecieron con apenas treinta y tres días de diferencia.

Existen también varias tumbas de militares del tiempo imperial que muy pocos reconocen, pero alberga a los que considero los inolvidables, como a Víctor Hugo, Emile Zolá, la pareja de científicos Marie y Pierre Curie, el socialista Jean Jaurès, el luchador antinazi Jean Moulin y el escritor André Malraux. Unas rejas separan las lozas de mármol de la vista del público y se pueden ver las coronas ya marchitas, cruzadas por el tricolor francés.

Hoy día nadie con menos de diez años de muerto, siquiera es considerado para recibir el honor de quedar en el Panteón y resulta imposible que ocurra sin aprobación presidencial. En el pasado, un par de ingresados como Mirabeau y Marat inicialmente honrados como emblemas de la revolución, fueron expulsados de sus nichos, luego que se sospechara de su fidelidad secreta con la monarquía.

Las paredes están adornadas con frescos, lienzos y exquisitios alto relieves con un alto grado de realismo, que narran un episodio o una hazaña y por temporadas, los amplios corredores sirven de escenario para exhibiciones de figuras de gran formato que difícilmente encontrarían espacio en otras salas de la ciudad. Sobresale un péndulo muy alto, movido por la rotación de la tierra y en su base está delimitado por una circunferencia.

Conocer el Panteón vale la pena, pero aunque suene a sacrilegio, creo que le falta color. El tema de la muerte y su representación visual en la cultura occidental, no debería ser tan gris, que aunque elegante, es lúgubre. Al fin y al cabo, con esos monumentos no es la muerte la que uno celebra, es la vida de la persona que ya partió. Lo que hizo por los demás, lo que dijo o lo que amó. Como rezara un curioso cartel en las manifestaciones recientes de París contra el terrorismo: “Declarémosle la muerte a la muerte”.

Publicado originalmente en el diario El Nuevo Siglo de Bogotá, Febrero de 2015.

Un pereirano en Moscú

Moscú sigue envuelta en un denso manto de árboles que la protege de la contaminación, algo que se complementa con la limpieza y eso le da un respiro, a pesar de su tamaño colosal y la cantidad de personas que han llegado aquí a buscar oportunidades. Ahora viven unos 15 millones de habitantes, aunque los estimados oficiales apenas reconocen 11 que por supuesto, deja por fuera a todos los indocumentados en su mayoría provenientes de las exrepúblicas soviéticas.

Comparada con las otras grandes capitales europeas, Moscú se considera una de las más baratas, si tenemos en cuenta que a la fecha todavía compran el galón de gasolina al equivalente a un dólar, mientras Estados Unidos rápidamente se acerca a los cuatro dólares. La alimentación también es relativamente accesible y variada. Lo más complicado de conseguir desde los tiempos soviéticos es la vivienda y el nuevo régimen, le da prioridad a construir complejos habitacionales y edificios para los ricos.

moscowCuando la URSS se disuelve oficialmente en 1 991, la extrema derecha en el mundo salió a reclamar los laureles para Reagan y Thatcher entre otros, cuando en verdad los verdaderos sepultureros del socialismo venían desde adentro. Los expertos no lograban entender cómo un desconocido e iracundo como Yeltsin, se hacía al poder y el respaldo mayoritario, para derrumbar un sistema considerado inexpugnable.

Lo que ocurrió fue que el modelo económico colapsó, porque no satisfacía las necesidades de la mayoría. Deben citarse como factores, la fallida invasión soviética a Afganistán de diez años y 15.000 militares muertos, los exorbitantes gastos militares en detrimento de las necesidades sociales, el estancamiento de la producción de bienes de consumo y servicios, los subsidios millonarios a la economía local y del exterior, la burocracia improductiva y el golpe final lo propinan los propios funcionarios y administradores del Partido Comunista en masa que buscaban el beneficio personal. Hacía mucho habían perdido la fe en el socialismo; solamente faltaba derrumbar las leyes escritas bajo la excusa de instaurar una democracia de tipo occidental y pasar a subastar los inmensos recursos productivos y naturales al mejor postor.

Lo acumulado colectivamente con sudor de varias generaciones, podía ser aprovechado por unos pocos avivatos con dinero en efectivo, durante la privatización. Todo se puso a la venta. Las revistas que se ocupan de los millonarios, aseguran que hay más ricos concentrados en Moscú y con más fortunas que los que viven en Ginebra, Suiza donde se goza de bajos impuestos. Los autos de lujo rodando por Moscú y el estilo extravagante de sitios como el Hotel Ucrania, apenas comparado con Las Vegas en Estados Unidos, dan fe del modo opulento de vida de la nueva clase dirigente.

Con la caída del socialismo, en Rusia no se produjeron ejecuciones sumarias como en Rumania, ni juicios políticos como en la Alemania socialista. Si alguien debió ir a juicio por cobardía y abandono de su cargo debió ser Gorbachev, quien goza tranquilamente de su generosa pensión, vende libros y cobra por dar conferencias sin que nadie lo moleste.

El nuevo gobierno parece conservar del tiempo soviético lo que cree útil y desecha lo demás. Hay quejas por ejemplo, que el retrato del fundador histórico de la KGB, un fiel leninista, sigue muy orondo en las oficinas del servicio federal de seguridad actual. Rusia vuelve a ondear la bandera del zarismo que habían eliminado los bolcheviques en 1 917, mantiene el himno soviético pero reformado y desmonta una buena cantidad de monumentos de la época comunista, aunque los más grandes siguen en pie. La momia de Lenin ya perdió la guardia de honor y aunque sigue vigilada, puede muy pronto ser enterrada y el mausoleo borrado del mapa.

Ahora en Rusia existen más partidos políticos, los fieles ortodoxos llenan las iglesias, hasta los grupos racistas y neo-nazis tienen libertad de expresión, la gente habla sin miedo, pero veintidós años después, la prometida democracia sigue esperando. Putin escogió a dedo a su sucesor quien gobernó un período, para luego cederle su turno y volver al poder, buscando quedarse por tiempo indefinido. Parecido a lo que quiso hacer un expresidente en Colombia, aunque no le funcionó.

Los primeros derechos perdidos por la gente con la disolución de la URSS, fueron el pleno empleo y la seguridad social. El efecto económico del capitalismo no se hizo esperar. Miles de taxistas piratas deambulan por Moscú buscando pasajeros, se dispara el comercio informal y las ventas ambulantes y muchos ancianos ahora se dedican a mendigar. Para colmo, miles de mujeres principalmente jóvenes, entraron en el comercio sexual bajo la fachada de hacer modelaje o servir de compañía. Los folletos para turistas no solamente las tolera, sino que las promueve al punto de anunciar: “muchachas encantadoras y educadas de categoría superior, están listas para hacer cualquier favor.”

Denis, un ruso con quien entablo conversación donde me alojo, califica en voz alta a Putin como “el ladrón”, pensando cómo administra los millones de rublos entre su círculo y cómo la corrupción reina sin control, mientras las necesidades sociales deben esperar y muchas obras públicas demandan mantenimiento urgente que no llega. Lo que Putin sabe capitalizar muy bien, es el nacionalismo ruso cuando de amenazas desde el exterior se trata.

La gente de Moscú por ahora, se seguirá volcando todos los días en medio de empujones a los vagones del Metro heredados de la época soviética, llenando el Teatro Bolshoi para ver el Lago de los Cisnes, visitando los museos del Kremlin, de Tolstói, Pushkin, Chéjov y Gogol, rezando en la imponente catedral ortodoxa de Cristo El Salvador, yendo a conciertos de música, dejando claveles en honor al astronauta Gagarin, agitando las banderas de los equipos locales de fútbol Spartak o el CSKA y adaptándose a la nueva realidad.

Antes de dejar el país, me llama la atención una escena que tal vez ilustra el cambio de los tiempos y lo que puede ser el futuro de Rusia. Al subirme al Metro, cuento a siete niñas de pie como de 8 a 10 años haciendo un círculo con las cabecitas muy juntas e ignorándonos al resto de los pasajeros. Como no hay mucho sitio, finalmente encuentro lugar muy cerca de ellas y me percato, que lo que concentra su atención es un videojuego que comparten alegremente.

Es imposible predecir, cómo el pueblo ruso encontrará finalmente el camino a la democracia, cómo se sacudirá de Putin y la corrupción oficial que lo carcome y cómo recobrarán sus derechos sociales y económicos los más pobres. Espíritu de lucha, es algo que al pueblo ruso jamás le ha faltado. Pero algo es cierto, lo ocurrido en 1 991 ya no tiene marcha atrás. El período soviético ahora es historia.

Publicado originalmente en el suplemento “Día D” del diario El Nuevo Siglo. Bogotá, octubre de 2014.

La última residencia de Nikolai Gogol.

Un diccionario enciclopédico español muy vendido, viene repitiendo un mismo error por años, al decir que Nikolai Gogol es ruso. No lo es. Gogol escribió casi toda su obra en ruso. Vivió por años en Rusia y finalmente murió en Moscú, pero Gogol es ucraniano, que no es lo mismo.

Arbat es un vecindario de Moscú bien conectado por transporte masivo, muy transitado y repleto de árboles y amplias avenidas. Durante el período soviético, albergaba la tienda principal de Editorial Progreso, la empresa estatal que imprimía cientos de libros en muchos idiomas, a bajo costo, muy bien presentados y duraderos. Yo frecuentaba esa tienda hace casi cuatro décadas todos los fines de semana y siempre, encontraba novedades literarias que trataba de comprar de inmediato.

Lo que nadie me contó, es que en ese vecindario de Arbat, en la avenida Nikitsky el escritor Nikolai Gogol (1809-1852) tuvo su última residencia y que funciona como museo abierto al público, casi desde su muerte. La razón para la falta de promoción, tal vez tenía que ver con las directrices culturales del régimen de partido único, que todavía clasificaba a los escritores entre “burgueses y proletarios”. Lo que en el caso de Gogol, como en muchos otros, es un absurdo.

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La práctica discriminatoria no es exclusiva de los soviéticos. En Colombia por ejemplo, se consiente desde los gobiernos de turno y con fondos públicos, a algunos escritores dóciles, ignorando a todos los demás y donde el mérito cuenta muy poco.

La casa de Gogol no es fácil de encontrar, no solamente por las dificultades de interpretar la nomenclatura y algunas calles de trazo irregular, pero por estar rodeada de árboles muy frondosos que la ocultan al menos por tres costados.

Por afuera se ve inmensa, conserva fielmente el estilo del siglo XIX y cuenta con hileras de ventanas en los dos pisos que dan a la calle. La fachada de la primera planta, tiene arcos de medio punto alineados con las ventanas y un largo corredor.

La primera pregunta que me cruza por la cabeza, es para qué una casa tan grande, un hombre que vivía solo, sin esposa ni hijos. Aunque compartiera espacio con sus empleados domésticos que no debieron haber sido muchos, o tuviese huéspedes ocasionales, la casa sigue siendo enorme.

Parte de la respuesta, está en que la casa por dentro aunque cómoda, no tiene espacios muy amplios. Tiene muchas habitaciones pequeñas y el espacio se desperdicia en paredes, zaguanes y divisiones que hoy día no serían convenientes. En beneficio de la historia, los directores del museo han decidido mantener la estructura de la casa lo más fielmente posible.

La alcoba de Gogol donde murió, es relativamente pequeña y tiene los muebles originales. En las paredes, cuelgan fotografías de clérigos ortodoxos seguramente allegados al escritor. Era una persona muy religiosa y mística como lo era Tolstoi.

Su mesa de escribir es estrecha, donde reposan sus plumas, cortaplumas y tinteros; tiene unos cuantos cajones y está coronado por una imagen de Alexander Pushkin, de quien se cuenta, que Gogol admiraba hasta la fascinación, especialmente después del pistoletazo que matara al insigne poeta. El mueble no tiene silla. Gogol escribía estando siempre de pie.

El museo exhibe una máscara mortuoria de Gogol de cara al techo y con unos efectos de luces y espejos por unos minutos, se tiene la sensación de estar presente en la velación del cadáver de Gogol. En uno de los corredores de la casa, hay copias de la prensa local de la fecha, con fotos de su concurrido funeral. En el mismo sitio, que solamente disfrutó los últimos cuatro años, Gogol destruyó la segunda parte de su obra “Almas muertas” luego de declararla terminada, producto de una desilusión con lo escrito, o por haber sido persuadido por un fanático con sotana, o de su enfermedad mental que ya lo aquejaba. Entre sus papeles, se hallaron cinco capítulos de borradores anteriores.

Aunque no es considerado liberal en el sentido estricto, hace una sátira magistral de los funcionarios zaristas revelando su bajeza y las artimañas de que se valen. En todos los casos, los burócratas son los puntales de cualquier régimen falsamente democrático o abiertamente opresivo.

Entre sus obras cortas, destaco el relato “Diario de un loco” donde un personaje perturbado que no sabe en qué año vive, con ínfulas de grandeza se proclama rey de España con el nombre de Fernando VIII y donde Gogol de soslayo, aprovecha para burlarse del concepto de nobleza, que nos llega hasta hoy. Se deduce por los baldados de agua fría y golpes frecuentes de garrote que recibe el pobre loco en su relato, que el personaje seguramente está confinado en un reclusorio mental.

La existencia de la realeza en nuestro tiempo, ya es de por sí un total disparate. ¿Quién en el siglo XXI, puede justificar que un rango autoproclamado superior de la raza humana, esté predestinado a vivir parasitando, de la riqueza creada por el trabajo de otros? La sola existencia de reyes en cualquier rincón del planeta, es un insulto a la inteligencia y la razón.

Para los expertos, el ucraniano Gogol tiene el mérito con su prosa directa y crítica, de inaugurar la novelística rusa moderna, luego de probar sin suerte en las lides de la poesía. Los estudiosos aseguran que la prosa de Gogol, ejerció una gran influencia en sus contemporáneos Tolstoi y Dostoievski. Nikolai Gogol moriría en la casa de Arbat en Moscú, luego de quemar su obra, negarse a comer y renunciar a la vida, cuando apenas tenía 42 años.

Publicado en el blog Vericuetos (Revue littéraire bilingue Espagnol-français). París, 28 de julio de 2014.

El legado de Bertolt Brecht

Muy probablemente fue en un ya lejano 1973 en Pereira, cuando escuché el nombre de Brecht por primera vez, en boca del promotor teatral Helmer Zapata en el colegio Deogracias Cardona; aunque cuando se refería a consejos técnicos, recuerdo que él citaba más frecuentemente a un dramaturgo ruso. De paso, nos invitaba a estudiarlos en detalle y aprender de ellos, a pesar de la escasa literatura disponible en ese tiempo, que debía pasar de mano en mano.

Como transcurren los años, Bertolt Brecht (1898-1956), alcanza la estatura de clásico en Alemania, al punto que los que analizan estadísticas, aseguran que sus obras en su tierra natal, han sido representadas mucho más que las de Shakespeare. Brecht es un prolífico dramaturgo, autor o coautor de unas 58 obras teatrales, 8 libros de teoría del teatro y cientos de poemas y también canciones. Yo imagino que su popularidad, tiene que ver con la actualidad de los temas que abordó y que lamentablemente, como en el caso de la guerra, mantienen vigencia.

brechtLa obra “Madre Coraje y sus hijos” por ejemplo, confronta al espectador con preguntas directas sobre la moralidad y la ética de la guerra, si es que un acto tan bárbaro como esos, tuviese esas cualidades. Los personajes de esa obra, se remontan a las guerras de religión europeas del siglo XVII, pero donde las ideas que se esgrimen cambian muy poco.

En los diálogos,Brecht desenmascara a los mercaderes de la guerra, a los que se lucran con los muertos, denuncia el pillaje y reta a los valores de la civilización mal llamada cristiana, que al pecar y rezar consigue el empate. Cuando Brecht regresa a Alemania, luego de la derrota de los nazis quiere representar esta obra, pero debe pedir autorización a la autoridad militar de ocupación, conformada por los Estados Unidos, Inglaterra, Francia y la Unión Soviética. Una referencia a ese importante evento, representando en miniatura la primera escena, se encuentra hoy en el Museo de Historia de Berlín, como algo digno de recordación.

Madre Coraje defiende su ideario malvado en una de sus canciones:

“No dejaré que hablen mal de la guerra

dicen que destruye a los débiles

pero estos se reinventan también en la paz

lo que pasa, es que la guerra alimenta mejor a los hijos.”

La vigencia del tema de la guerra en nuestro propio patio, plantea un dilema donde políticos profesionales sin escrúpulos, nos quieren hacer creer en un modelo fracasado con más de cincuenta años y donde aseguran que con toda comodidad, podemos seguir indefinidamenteen ella.No es difícil sospechar, que las élites de oficiales militares y las roscas políticas se han enriquecido del presupuesto militar. Es fácil apoyar cualquier guerra, cuando son otros los que le ponen el pecho a las balas y aguantan el sufrimiento. La contraparte beligerante en el mismo conflicto, todavía sueña en construir el paraíso para el proletariado, sobre los escombros y la sangre que dejan las bombas y la metralla.

Otro aspecto de importancia trascendental en Brecht, tiene que ver con su estilo de trabajar en colaboración con otros dramaturgos, músicos, escenógrafos, diseñadores y otros profesionales. De esa manera, Brecht iba en contravía de la dirección absoluta y unipersonal de muchos otros directores, donde los egos en una u otra medida estampaban el sello final y en muchos casos hacían perder talentos y oportunidades para el éxito de una obra. Unos pocos detractores, llamaron a Brecht plagiador, sin que eso detuviera su prestigiosa carrera de dramaturgo.

Helene Weigel última esposa de Brecht, fue su heredera en la compañía teatral Berliner Ensemble, continuando ese estilo de dirección participativa, que recogiera nuestro director colombiano Santiago García, ya que de joven fue su alumno y que García mucho más tarde con el teatro “La Candelaria” de Bogotá,denominara “dirección colectiva”.

El Berliner Ensemble, es un edificio viejo, pintado de negro y ocre pálido, no muy grande, ubicado en el lado oriental de Berlín, muy cerca del río Spree, que monta obras teatrales casi todo el año de muchos autores ycuenta con su propia taberna. Tiene como vecino un restaurante con mesas afuera, donde uno puede degustar cerveza o vino según la estación del año, antes o después de las funciones. En la cúpula del teatro,  hay un aviso circular que empieza a girar desde las diez de la mañana y que se parece al logotipo de una farmacéutica y no se ha modificado desde los tiempos de Brecht.

En sus últimos años de vida, Bertolt Brecht fue muy cercano a reconocidos marxistas alemanes y parecía declararse religiosamente escéptico o abiertamente ateo, mientras participaba en eventos públicos y firmaba declaraciones en favor del gobierno socialista surgido de la ocupación soviética, pero no fue miembro del Partido Comunista Alemán. Esa postura independiente y de librepensador, le ganó desconfianza y enemistades entre los estalinistas más convencidos.

Su humanismo, reflejado en las preocupaciones contadas en sus obras y mantenerse vigente luego de la persecución nazi en Alemania, varios años de exilio por muchos países, el acoso macartista en Estados Unidos y el período socialista alemán hoy en cenizas, hace que Brecht ganara el respeto del que goza hoy y que lo mantendrá en un sitial de honor en la dramaturgia alemana del siglo XX para toda la posteridad.

Publicado originalmente en el suplemento Las Artes del periódico El Diario del Otún el 8 de junio de 2014.

La sombra de García Márquez

Eso fue exactamente lo que vi hace un poco más de nueve años, cuando se realizó el Primer Festival Hay de Literatura en Cartagena. En uno de los varios eventos, mi esposa y yo nos acomodamos en unas sillas de centro en el teatro de estilo colonial Pedro de Heredia, adornado con unas pinturas que representan las musas de las artes.

Algún taxista ya nos había mostrado la fachada de la casa particular de Gabo, muy cerca de la muralla de la ciudad y por supuesto del mar Caribe. Yo creo que media ciudad ya sabía, que el laureado escritor estaba allí con su esposa y una pequeña comitiva. García Márquez no figuraba en la programación oficial y al parecer no dijo nada públicamente en ningún evento. Pero mi expectativa al menos de verlo seguía ahí, considerando que en el curso de varios años ya había podido conocer y conversar con muchos de sus allegados y amigos literarios de México.

Sin anuncio oficial y muy discretamente se iban llenando los palcos del teatro y a menos de seis metros, dejaban un palco vacío a propósito. No había que ser adivino para sospechar, que alguien de mucho renombre vendría a ocuparlo esa noche. Las luces se apagaron y solo quedaron las del estrado y los presentadores de la noche. En un palco muy cercano, se acomodó Daniel Samper Pizano y muy cerca, estaban también Antonio Caballero y Oscar Collazos a quien saludé. También a Eduardo Márceles Daconte, a quien yo creía viviendo todavía en Nueva York, pero que ya estaba radicado de nuevo en el caribe colombiano. Más que festival, esto era una verdadera feria de escritores, que yo había leído y admirado y mi largo viaje hasta Cartagena ya estaba justificado.

De pronto, por una puerta lateral y en completo silencio, un pequeño grupo de personas,  buscaba el palco misterioso entre los que se distinguía un hombre no muy alto con unos lentes inmensos que parecían cubrirle toda la cara. Mi esposa y yo nos miramos en la penumbra, tenía que ser Gabriel García Márquez en persona. Otras tantas sombras parecían moverse en esa dirección, seguramente para estrechar su mano. El programa siguió adelante, sin siquiera mencionar, que la silueta de las sombras pertenecía al Nobel de literatura.

Nadie lo delató, ni tampoco se tomaron fotos de flash en esa dirección. Seguramente calculando que el programa de la noche se acercaba a su fin, se desocupó el palco con la misma discreción.

El escritor costeño Gustavo Tatis, había dicho más temprano, que uno de sus sueños era darle un abrazo a Gabo. Nunca supe si se le cumplió. Solo un golpe de suerte o de azar se lo hubiera permitido.

La misma semana un diario bogotano, publicó una foto de Gabo, de las pocas apariciones públicas en Cartagena. Ya para la fecha García Márquez no daba entrevistas, algo irónico para alguien que vivió de hacerlas. Ya había publicado su última novela conocida y también había dicho en alguna parte, que no esperáramos la continuación de sus memorias. Muchos lectores se sintieron decepcionados con la primera entrega o con el anuncio. A mí me gustaron y al fin y al cabo, nadie debe escribir por obligación.

Concluyo que la sombra que percibí de Gabo en Cartagena, no era otra cosa que la vida de retiro que el genial escritor trataba de llevar en silencio en la última década. No me hizo falta verlo a la luz del día. Su obra para la fecha ya estaba terminada. Pero no dudo, que mientras existan libros y lectores, el ilustre hijo de Aracataca vivirá por siempre en el recuerdo de millones.

Publicado en el periódico El Diario del Otún. Domingo 27 de abril de 2014.

Nación buscando a sus héroes

Hoy fui testigo de un desfile sin precedentes en la ciudad de Seattle. Desde muy temprano, gente de todas las edades, razas y condiciones, desafiando las gélidas temperaturas llegaron con varias horas de anticipación a la Cuarta avenida, para asegurar un sitio directo donde ver la parada. La reciente victoria deportiva parecía pertenecer a todos.

Los medios de comunicación calculan en alrededor de 700 000 almas, procedentes no solo de la ciudad, pero de varios pueblos vecinos que viajaron por carretera y barco, para saludar a los Seahawks, el equipo de fútbol estadounidense que se alzara con el premio mayor del Súper Tazón, al derrotar a sus contricantes de Denver con un marcador aplastante.

Lo que resulta curioso, es que esa cantidad de participantes en el desfile, supera muchas veces el número de sillas del estadio lleno y que probablemente, más de la mitad nunca los haya visto jugar más que en las pantallas del televisor. Alguien me aseguraba que muchos fanáticos incluso, ven los juegos sin entender las reglas. Los deportes profesionales, incluyendo el fútbol en casi todo el mundo, son ante todo un negocio que deja ganancias muy jugosas para los dueños de los equipos.

Los jugadores-estrella del momento, tienen muy poco en común con los residentes de Seattle. Aparte de provenir de familias humildes y ser de color, sus salarios ahora superan por miles de dólares y algunos en cientos de miles al promedio y se dan el lujo de vivir muy lejos de aquí, donde las estaciones y las temperaturas son más agradables. La fortaleza y destreza física son el requerimiento fundamental para hacer parte del equipo, por encima de la formación académica que muy pocos jugadores tienen.

Pero el sabor de la victoria del equipo y la sensación intangible de ser “campeones” parece compensar una larga cadena de frustraciones colectivas, que saturan las noticias todos los días. Los tiroteos casi mensuales protagonizados por desadaptados en su mayoría jóvenes, aduciendo cualquier motivo. La crisis económica que todavía no se supera, los miles de desempleados, la gente sin hogar, las viviendas que se pierden y sobre todo la cadena de promesas incumplidas y escándalos políticos de espionaje a extraños y propios, protagonizados en cabeza del presidente y quienes lo apoyan en los dos partidos. El mismo que prometiera en sus campañas, hacer muchos cambios en el país, que rápidamente olvidó para no hablar más de ellos.

Dice una leyenda que un emperador romano afirmaba, que el pueblo necesita pan y circo y como el pan no alcanzaba para todos, quedaba el circo. También en nuestro caso, parece que hay una necesidad urgente de escape. La emoción aunque efímera, ayudará en algo sentir otro sabor, olvidar momentáneamente las malas noticias y la frustración. No nos acordaremos de los políticos mentirosos y corruptos. Ni siquiera pensaremos en los salarios escandalosos que ganan los jugadores, ni tampoco nos preguntaremos cómo devuelven a la sociedad mucho de lo que se llevan.

Febrero 5 de 2014.

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