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Memorias de un sindicalista del magisterio

Esta mañana llega a mi escritorio un volumen firmado por Rodrigo López Maya con el título “Sea realista, pida lo imposible. Memorias en contexto” bajo el sello Klepsidra Editores de Pereira. Su ejercicio autobiográfico asume riesgos, porque desde la primera hasta la página de cierre (117), Rodrigo expone sin ambages su fidelidad al pensamiento político socialista. 

Su narración es sencilla y fluye sin necesidad de parecerse a nadie, ni rebuscar términos o expresiones de moda o citas de apellidos extranjeros. Es un recuento simple y abierto de las memorias de su niñez temprana hasta la adolescencia y madurez, donde no resulta difícil compararse y recordar nuestros propios episodios de la generación que nos tocó vivir. 

 Por su ideario irrenunciable, algún lector pensará que el escrito es un panfleto político disimulado, provocando el abandono precipitado de su lectura. Quien haya tenido trato personal con Rodrigo sabe que se puede no comulgar con su ideario o incluso discrepar de él sin cultivar un enemigo. En este libro se describen las injusticias, los desmanes y los peores actos deshumanizantes del sistema y sus agentes a lo largo de las décadas, sin que el autor llene los párrafos de su narración con epítetos, o adjetivos polarizantes cargados de odio. 

Este libro acertadamente describe acontecimientos de la vida nacional entrelazando su discurrir personal y el proceso de maduración de sus ideas políticas. A mi me parece que Rodrigo con su escrito no busca convencer a nadie de sus tesis, ni reclutar adeptos fácilmente para las filas de su partido. Simplemente demanda ser escuchado, al fin y al cabo, la mayoría de nosotros tiene una vida que contar y el autor decide hacerlo ahora y por escrito. 

La vida de Rodrigo aquí expuesta consta de dos grandes partes en el tiempo y el espacio como serían Cali y Pereira. Buscando continuar su profesionalización como docente llega a Pereira a enrolarse en la Facultad de Educación de la Universidad Tecnológica, donde se gradúa y se adapta a trabajar en centros educativos remotos y precarios para quedarse a vivir hasta la fecha.  

En relativo poco espacio, Rodrigo López Maya nos comparte sus gustos de la vida por el fútbol y la música que llamábamos revolucionaria, hasta la caribeña y de baile. Todo este aprendizaje de vida y experiencias lo preparan en la tarea de representar a sus colegas docentes en organizaciones sindicales fuertes con idearios muy amplios, que iban desde reivindicaciones salariales hasta cambios en la concepción del mundo.  

Desde tiempos inmemoriales el sistema político colombiano intolerante y represivo ha perseguido de forma despiadada al sindicalismo, sin obviar a los maestros, hasta llegar con amenazas de muerte a López Maya, que lo obligan a buscar asilo en la República Popular de Bulgaria donde se queda dos años. 

A su regreso de Europa donde aprovecha para estudiar, se reincorpora a la vida sindical y luego de su retiro de una larga carrera laboral, busca elegirse a cargos de elección popular y participa de varias campañas de apoyo que incluyen a Cuba, durante el lapso de la economía especial luego de la desintegración de la URSS y la gran traición de Gorbachev-Yeltsin. 

Quien se anime a leer su libro, puede no creer en la utopía socialista o desconfiar como muchos de las verdaderas intenciones de Petro, pero encontrará en sus páginas mensajes honestos salidos de su entraña, su rechazo a la miseria y abandono de los niños, su propuesta de una Colombia justa e igualitaria que por fin se acuerde de los más pobres.  

Mientras el maestro Rodrigo López Maya redacta sus próximos ensayos, confiemos que nos lo podamos encontrar para degustar un tinto o saborear una copa en algún café o bar de Pereira y nos anime a sus amigos con su conversación franca y alegre de siempre. En el último encuentro que tuvimos en abril de 2023, no nos anticipó nada de esta grata sorpresa editorial. 

Esta nota se publica también en el suplemento Las Artes de El Diario de Pereira del 25 de febrero de 2024.

Lisbeth Rodríguez, la poeta revelada

                                                                        *“…se me ha muerto como del rayo…”

Yo fui uno de los muchos compañeros de conversación ocasional, de la médica colombiana Lisbeth Rodríguez (1969-2015) a su paso por Seattle. La conocí cuando ella estudiaba medicina natural y alternativa en una prestigiosa escuela y coincidimos luego en un comité de compatriotas, denunciando los desmanes del gobierno de turno contra la protesta social, los derechos y las libertades sindicales en Colombia.

                                 Foto cortesía de la Familia Rodríguez.

Nos ideamos unos foros mensuales a los que denominamos “Tinto por la paz” y tuvimos como escenarios la Biblioteca Pública, la Universidad de Seattle y otros, denunciando las violaciones sistemáticas de los derechos humanos, contactando a los congresistas estadounidenses y demandando recorte a las ayudas militares.

Yo no sabía que Lisbeth escribiera, conocía algo de sus variados talentos e intereses de lo que nos contaba, hasta que un día nos invitó a un grupo a su casa, porque se marchaba de Seattle a seguir estudiando medicina en Cuba. Mientras desechaba, regalaba y rompía lo que no pensaba llevarse, me enseñó unos manuscritos que me motivaron a decirle que tenía material digno de una publicación. No me tomó en serio, sus prioridades eran otras y estoy seguro que la mayoría de sus notas íntimas terminaron en el reciclaje.

A algunas personas la poesía les fluye natural y espontánea, pueden dibujar por escrito sentimientos, recuerdos e imágenes que revelan con una dimensión estética cuando se leen. Ese era el caso de Lisbeth, pero no le daba mayor importancia. Es más, ni siquiera tengo la certeza que a sus escritos los llamara poemas. Su sensibilidad extraordinaria con las necesidades de la gente más desvalida y su disposición de ayudar, la hacían la poeta óptima.

Un absurdo accidente en carretera, truncó para siempre tu escritura. Aquí comparto algunos de los poemas que me regalaste, fechados décadas atrás. Gracias Lisbeth.

*”Elegía” de Miguel Hernández.

Fragmentos

I.

Entre ocaso y pesadillas,
me sorprendo llena de imnunidad,
has tocado mi cuerpo vida,
con una estocada de dolores,
pero mis sueños no están al alcance
de tu espada.

II.

Escucha tu corazón
todas las voces,
todas los efímeros pensamientos.
Se transforman allí en eco
de tu propia verdad.

III.

Todos mis días
se empujan
en esta espera
de mi amor.
Todos los pensamientos
no son suficientes
para sosegar esta sed
de conocimiento.
Ninguna técnica
desvanece mi interminable pregunta,
solo el amor logra apartarme
de estos desdenes del intelecto.

IV.

Hay quienes como yo,
no pueden resistir la tentación
de un papel en blanco.
¿Decirte qué? Sin embargo al cabo de algún tiempo,
será distinto este efluvio de emociones que me asaltan.
…y tú amor sin embargo,
lo puedes contamplar todo,
desde el infinito dictamen del sentimiento,
hasta la más efímera caricia.

La versión original de este artículo fue publicada en el suplemento “Las Artes” de El Diario del Otún en Pereira, Colombia. Septiembre de 2017.